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Encomiástica del huevo

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Encomiástica del huevo

Antonio García

Esta ricura proteínica merece una glosa, dada su importancia e influencia en la historia de los seres humanos, proporcionada por seres avícolas. El huevo –que no el güevo- está presente casi a diario en nuestras vidas, no solo en forma de alimento, sino también como componente de expresiones orales de diverso significado, todas ellas provistas de contundencia, firmeza y energía. En España son muy populares todas las expresiones que lleven en su composición la palabra “huevo”, dándose la paradoja de que a veces se le atribuye un alto valor, y otras se emplea con sentido de insignificancia. Dos ejemplos muy claros: para resaltar el alto coste de algo decimos: <<¡Esto vale un huevo!>>. Todo lo contrario cuando dejamos claro que algo <<me importa un huevo>>. O sea, nada. En esta última acepción equivale a “bledo”, “comino”, etc. Muy similar a “me la suda”.

Todos sabemos que <<te lo han puesto a huevo>>, <<lo tienes a huevo>> denota la facilidad con que algo se ha conseguido o la escasa dificultad en conseguirlo. Pero, ¿de dónde viene este dicho? En los tiempos de carestía y hambruna, los huevos eran uno de los alimentos más accesibles. Muchas familias disponían de alguna gallina que diariamente proporcionaba el sustento. O bien servía de alimento o bien de trueque por otros productos de primera necesidad. Y eran uno de los productos que menos coste tenía para los compradores, por lo que se convirtió en un símil para indicar que algo era barato y fácil de conseguir. La expresión contraria <<costar un huevo>>, es decir, algo difícil de lograr no se refiere al huevo de gallina, sino que es una clara alusión a… En fin, ya saben… Lo que yo a veces identifico como “güevo”.

La famosa manifestación <<¡Manda huevos!>>, que denota sorpresa, enfado o indignación, tiene un origen histórico de lo más curioso, y proviene de la realeza española. El final del reinado de Carlos II “El Hechizado”, último representante de la casa de Austria –las espichó en el año 1700- supuso un momento de gran crisis en la Historia de España. El reino estaba sumido en una grave situación económica, después de tantas guerras y pocos acertados gobernantes, como lo son ahora, en la actual actualidad. El rey encargó a Fernando Vélez Fajardo, marqués de Vélez, que se diese un borneo por toda la península, e intentase averiguar el despilfarro de las autoridades locales y ver en qué actividades se podían elevar los impuestos para nutrir de nuevo el tesoro. Fiel y puntual informador el marqués, la correspondencia con el rey era muy frecuente. Se da la circunstancia de que el monarca era muy aficionado a los huevos. Le apasionaban. Dicen que se zampaba tres al día. De manera que, cada vez que le escribía al enviado, casi siempre añadía al final una postdata: <<Donde quiera que te halles, Fernando, manda huevos>>. Debido a ello, cada vez que el señor marqués llegaba al final de la carta se le inflaban los ídem al encontrar siempre la misma apostilla. Frase que repetía gritando ante los otros miembros de la misión para evidenciar las verdaderas preocupaciones del rey: <<¡Manda huevos, manda huevos!>>.

Posiblemente esta historia es mentira, pero queda muy chula en el artículo.

No crean ustedes que esto es todo lo que se puede contar del huevo. Hace muchísimo tiempo, egipcios y griegos vieron en él la representación del universo: el fuego, la yema; el agua, la clara; la tierra, la cáscara; y el aire, el espacio vacío en uno de sus extremos. Los egipcios incluían un huevo junto al resto del ajuar funerario depositado en la tumba junto al cadáver, con el fin de asegurar la vida futura del muerto. Los griegos también colocaban huevos sobre las tumbas. Si nos vamos más lejos, en la mitología china muchos de sus héroes nacieron de un huevo fecundado por el Sol.

Antiguamente, se decía en el medio rural andaluz que si el día de la Ascensión se cogen un par de huevos puestos por la misma gallina, se convertirán en cera y aceite con los que hacer una pomada que cure dolores y llagas, si se le pide así a Dios fervientemente. Se creía además que si en ese día se cuelga un huevo del techo de la casa, se la preserva del rayo, del incendio y de cualquier calamidad. Quien come en la mañana de Pascua un huevo puesto en Viernes Santo no tendrá problemas el resto del año, y su cosecha será esplendida. La costumbre de regalar huevos de Pascua estriba en esto y en la creencia de que el huevo simboliza el nacimiento y la resurrección. Cuenta una leyenda piadosa del siglo II que Simón de Cirene, que ayudó a llevar la cruz al Señor, era huevero.

Egipcios y griegos lo consideraban símbolo de renovación y de vida, razón por la cual ya era objeto de regalo en la Antigüedad.

Se tiene por mala cosa introducir huevos en casa tras la puesta de sol. En Sevilla se dijo antaño que si a las doce en punto de la noche, en vísperas de San Juan, se echa un huevo en un vaso de agua, se convertirá en un barco. También es práctica extendida la adivinación por el huevo. En Cataluña, en el ámbito rural se piensa que si en la noche de San Juan una muchacha rompe un huevo de gallina y con el dedo remueve la clara, verá en el fondo del vaso al hombre que será su marido. También sirve para adivinar el oficio del hombre que la querrá.

Visto en sueños, trae buena ventura si son blancos y grandes. Si son frescos, anuncian buena nueva. Pero soñar con huevos rotos augura problemas, sobre todo para la pareja, aunque también para el resto de la familia.

La última creencia que les cuento sale de mi propia experiencia, y no es leyenda: un par de huevos fritos revueltos con patatas de montón hace muy feliz a quien los come. Sin ir más lejos, hoy mismo he probado el hechizo. Y voto a Bríos, que es cierto lo que digo.

Hasta la próxima y cuídense.

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