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En desagravio del burro

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En desagravio del burro

Antonio García

En el año 1348 se propagó por Europa una epidemia terrible y desconocida, que sembró de muerte y destrucción el continente: la peste negra. Hasta su último brote a principios del siglo XVIII, fue para los europeos una inseparable compañera de viaje, aunque nunca se volvió a manifestar con la virulencia que lo hizo entre 1346 y 1353. Esta cruel y letífera enfermedad vino a completar el cuadro de otras que ya azotaban a la población, como la disentería, la gripe, el sarampión y la lepra, la más temida de todas. Las cifras que se manejan son aterradoras. En la península ibérica, con unos 6 millones de habitantes habría perecido entre el 60 y el 65 por ciento de la población. Los 80 millones de europeos que por entonces poblaban el continente, quedaron reducidos a tan solo 30 millones entre 1347 y 1353.

Giovanni Boccaccio, escritor y humanista italiano fue testigo de los efectos de aquella epidemia que asoló la hermosa ciudad de Florencia. Autor del famoso “Decamerón”, nos cuenta en su libro que diez jóvenes, siete mujeres y tres varones se reúnen en la iglesia de Santa Isabel María Novella y deciden retirarse a una villa alejada de la ciudad huyendo de la peste. Decidieron voluntariamente su cuarentena. Allí permanecen durante catorce días en los que, para olvidarse del horror, se dedican a contarse cuentos. Todos los días, menos los viernes y los sábados. En total son 100 relatos contados en 10 días –de ahí el título de la obra-.

Sin querer establecer comparaciones (Dios me libre), me ha venido a la mente esta historia cuando me disponía a escribir el artículo de hoy. Epidemia, aislamiento, encierro y necesidad de entretenimiento. Aunque sea un poquitín y de muy lejos, en algo se parece la situación ¿verdad?

Pero yo voy a seguir por donde empecé la semana pasada: las creencias populares. Ya saben, cuando el burrico emprende un camino… Y de eso va la cosa: del burro o asno. Animal que por cierto me cae fenomenal. El Equus Africanus asinus, que así le conocemos los doctos en la materia, fue domesticado por primera vez a principios del siglo V a. C., siendo utilizado desde entonces por los humanos como animal de carga y cabalgadura. Queda claro pues, que no voy a hablar de los miembros del Gobierno, muy inferiores en cualidades al animal que nos ocupa.

Injustamente los burros tienen una mala reputación por tu terquedad, pero eso se debe a que nunca se ha interpretado correctamente su instinto de conservación, altamente desarrollado. Desde luego es muy difícil forzar a un burro a hacer algo que no quiere hacer, pero son animales inteligentes, cautelosos, amistosos, juguetones y con interés por aprender. El único secreto es saber ganarse su confianza, hecho lo cual son excelentes compañeros de trabajo y ocio.

Pero ya empezó la cosa mal para este simpático cuadrúpedo. Cuenta una leyenda, tratando de explicar las largas orejas del animal y su injusta fama de torpe que Adán, tras haber dado nombre a todos los animales, Dios preguntó al asno en presencia de nuestro primer padre: <<¿Qué nombre te dio Adán?>>. Como el pobre burro no supiera qué responder, Adán tiró fuertemente de sus orejas y le dijo: <<Todos los animales recuerdan su nombre, pero tú fuiste incapaz de recordarlo, por ello te condeno a que todos te miren con sorna, como se mira a quien es torpe>>. Pero en el lado positivo, se cree que la cruz que lleva el asno en su lomo se debe a haber llevado a Jesús cuando entró en Jerusalén el Domingo de Ramos. Como premio –dicen los textos apócrifos- el Señor concedió al burro el don de conocer la hora de su muerte. Se cree que cuando la presiente se retira, por lo que es difícil ver morir a un burro: a quien presencia su muerte, se le pronostica suerte. Sin embargo, ver correr a un asno presagia desgracias.

Encontrarse con un burro en el camino trae suerte a las embarazadas e indica que el niño que lleva será sabio y piadoso. Es creencia en muchos lugares de Europa que montar a un niño en un burro le hará bien, sobre todo después de haber sido picado por un alacrán, en cuyo caso debe sentarse a horcajadas sobre el lomo del asno mirando hacia el rabo: el dolor pasa al animal.

Creencia heredada de la cultura hebrea es que los israelitas, si un burro rebuzna sin motivo advierte la presencia de un espíritu maligno. En Inglaterra, los campesinos se quitaban el sombrero cuando pasaba un burro. Y un autor de este país decía que montar en asno traía suerte. Son numerosos los lugares donde el burro pace con las vacas lecheras para que éstas den más leche. En la Irlanda del siglo XIX, a quien sufría de escarlatina se le cortaba un mechoncito de cabello que se ponía en la garganta del burro, el cual cogía la enfermedad y liberaba al paciente. También funcionaba al revés: se cogían varios pelos de la cruz de un burro pardo y, puestos en una bolsita de seda negra se colgaba alrededor de la cabeza de un niño con tosferina: las convulsiones cesaban. Para mayor seguridad, se pasaba a la criatura tres veces por debajo de la panza del asno con los ojos mirando al cielo, y se le daba una golosina al animal para contentarlo.

Sebastián de Covarrubias dice de él en su “Tesoro de la Lengua” (1611): <<Es de mucho provecho y poco gasto, y no da ruido salvo cuando rebuzna, que entonces es insufrible. No es malicioso, y un niño puede llevarlo donde quiera. Se acomoda a cualquier ministerio, que puede desempeñar con provecho>>. También les diré que en el ámbito rural fue utilizado como pronosticador del tiempo: sin un burro rebuzna desaforadamente anuncia lluvia. Sin embargo, hará sol si se echa sobre el suelo y se revuelca.

Una aplicación recuperada del asno es su uso como animal vigía. El burro, capaz de detectar la presencia de depredadores con mayor facilidad que el ganado, alerta de su presencia con rebuznos, sirviendo de aviso tanto a ganaderos como a los propios animales con los que convive. Tal es el caso de las vacas, las cuales protegerán mejor a sus terneros.

Hay mucho más, pero lamentablemente he de terminar. No sin antes darles una recomendación: pongan un burro en su vida. Son adorables. Les aseguro que con un burro en casa no se aburrirán durante este encierro, sobre todo si hay niños.

Espero haberles entretenido.

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