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El lenguaje como manipulación ideológica

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El lenguaje como manipulación ideológica

Antonio García

Recuerdo que con cuatro tiernos añicos me apuntaron a párvulos. De manera que, un día de Septiembre -no recuerdo cual- comenzó mi vida de instrucción escolar, como la de tantos y tantos niños. Y creo que, entre lo ya aprendido en la familia –la primera y más importante escuela de la vida-, lo aprendido en el cole y lo ilustrado por los tebeos del Capitán Trueno, El Jabato, Roberto Alcázar y Pedrín, y otros (más tarde en los libros), llegué a tener un conocimiento del lenguaje que me ha servido hasta el día de hoy. Que ya ha llovido, oigan. Cierto que de un tiempo a esta parte, a la cosa del aprendizaje de la lengua, pues… como que no se le da demasiada importancia. Lo que nos lleva a perdernos muchas cosas: el significado exacto de las palabras, la riqueza de matices que puede encerrar un mismo vocablo, los distintos aspectos de una cosa según la palabra con que la denominemos… en definitiva, la belleza y enorme riqueza expresiva del idioma castellano, o español, como prefieran. Pero en fin, como les decía, creo que más o menos nos hemos ido entendiendo con la mínima y necesaria parte del lenguaje coloquial que todos hemos aprendido. Y ante las dudas, al que más y al que menos le han enseñado a manejar el diccionario.

Pero la cosa se está poniendo chunga en algunos aspectos. Y es que hay una serie de ingenieros que trabajan sin cesar en laboratorios destinados a jodernos la vida y ponerlo todo patas arriba. Se llaman “laboratorios de manipulación de masas”. Y lo más chungo de todos es que en realidad no hacen ni puñetera falta, salvo para meternos con calzador ideologías destructivas y prefabricadas en esos mismos laboratorios, cuya distribución pública al por mayor está siendo todo un exitazo. En gran medida –y perdonen la basteza- es algo así como “metértela sin que te enteres”.

Al que le pille in albis y no esté un poco al tanto de estos movimientos, este artículo seguramente le parecerá un churro. Pero bastante siento no poder condensar en dos páginas lo que es la “ideología de género” y sus objetivos. Sin embargo, las anécdotas que aquí traigo –ya publicadas en otros medios- pueden hacer las delicias de cualquiera, por más ignorante que se encuentre de la que nos está cayendo encima.

Para que se hagan una idea: si usted, por ejemplo, antes decía “El avance del Hombre es imparable”, ahora eso es incorrecto, por “sexista”. O dice “el avance del hombre y la mujer”, o se refiere a “la humanidad”, que no es sexista y además es palabra femenina. Y ni se les ocurra aludir a los “imbéciles”. Ahora son “personas imbecilizadas”, dado que “imbécila” suena muy mal. Porque lo primero, lo que hemos dicho siempre, es heteropatriarcal. Y así no vamos a ninguna parte.

Pues bien, entre otras muchas anécdotas que les podría contar, traigo esta: La consejera de Sanidad de la Comunidad Valenciana, una tal Carmen Montón, en su lucha por desterrar el lenguaje sexista ha hecho un alarde de ingeniería ideológica del lenguaje de tomo y lomo. Para desterrar “estereotipos de género sexistas” propone al personal médico valenciano (se prohíbe “doctores”) entre otras muchas fórmulas, sustituir “niños” por “criaturas”. ¿Cómo puede decir un pediatra: mi vocación es curar a los niños? Claro, y a las niñas que les den, ¿no? Así, con ese lenguaje machista no hay forma de “construir la igualdad”. Aunque yo si colaboro en ello: a veces digo “criaturos”.

De manera que se ha elaborado una guía destinada al personal médico, indicándoles cómo tienen que hablar con un “lenguaje inclusivo” y políticamente correcto.

¿Decir “mis hijos”? Ni hablar, ahora hay que decir “descendencia”. Por ejemplo: yo tengo tres descendencias. Una, que se identifica a sí mismo como varón, y dos que se perciben como mujeres. Pero es cosa de el y ellas, porque yo, respetando su libertad igualitaria e inclusiva, nunca les mencioné tal asunto, ni les dije lo que eran.

Vamos, que quede claro: infancia, criaturas, menores, descendientes… pero niños, ni por asomo.

La otra que les cuento viene del sur, publicado en un diario digital y una cadena de radio: <<Las autoridades de la Comunidad Autónoma de Andalucía (España), decidieron eliminar las palabras “padre” y “madre” de los formularios de admisión para

el curso escolar 2017-2018, y reemplazarlas por “guardador 1” y “guardador 2” respectivamente. Corresponden al segundo ciclo de Educación Infantil, Educación Primaria, Educación Especial, E.S.O. y Bachillerato. ¡Tócate los cojones! Uy, perdón.

O sea, que ustedes, padres y madres, solo son “guardadores”. Y su hogar un almacén de criaturas o un corral de ganao. Y si se siguen empeñando en lo contrario, la igualdad de género se va a ir a tomar por saco, a pesar de lo imprescindible que resulta para la Humanidad. Hasta puede que “la fin del mundo” nos llegue por sexistas e irrespetuosos con el lenguaje inclusivo ese.

Me dan ganas de llorar. Toda mi vida creyendo que cuando decía: “quiero mucho a los niños”, todo el mundo entendía que me refería a niños y niñas, y ahora resulta que lo he estado haciendo mal. Y a estas alturas de mi vida, ¿qué hago yo, acostumbrado a la antigua usanza?

Pero acabo de tomar una arriesgada e inquebrantable decisión: seguir siendo un hombre normal, que para hacer el más espantoso de los ridículos ya están los políticos… “de género y génera”. Escudados en una asombrosa y patética indiferencia popular.

Les juro por mi amor a la siesta ibérica, que aquí nadie da puntadas sin hilo.

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