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El comunismo cristiano

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El comunismo cristiano

Antonio García

Estoy seguro de que la mayoría de ustedes habrán oído alguna vez o leído aquello de que <<Cristo fue el primer gran comunista>>. Y en ese sentido, que Cristo fue un gran revolucionario, de los genuinos y originales. No se a ciencia cierta si el origen de estas expresiones respondía a una táctica comunista para atraerse cristianos, o a cristianos atraídos (y engañados) por la ideología comunista. En cualquier caso, los primeros pretenderían utilizar la prestigiosa figura de Jesús de Nazaret y su opción por los pobres para seducir a incautos, y los segundos, creo que buscaban justificación a su inclinación, además de desconocer lastimosamente la esencia del Evangelio de Jesús. Me sorprende también que un famoso pensador español actual, filósofo, ensayista y profesor universitarios como don Antonio Escohotado, afirme que <<se trata de un alzamiento de pobres contra ricos>>, hablando de la conmoción que provocó Jesucristo. Y que <<empezó a agitar a las masas para impulsar un movimiento “pobrista”>>. Muchos comunistas cristianos afirman encontrar en la Biblia evidencias de que los primeros seguidores del Maestro, incluso los Apóstoles, crearon su propia sociedad comunista en años posteriores a la muerte y resurrección de Aquél, y hasta que así fue enseñado por Jesús y practicado por ellos.

Bajo mi punto de vista, nada más erróneo. Es cierto que, en los Hechos de los Apóstoles podemos leer que <<Después de la muerte de Jesucristo, la Iglesia quedó a cargo de los Apóstoles, los cuales se dedicaban a velar por las necesidades de los nuevos fieles. Se creó un sistema de administración de bienes, el cual consistía en que los fieles traían a los apóstoles todos sus bienes, los cuales eran repartidos en igual proporción para todos a la vez. De esa forma toda la Iglesia tenía los mismos ingresos, y no había ricos ni pobres… Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad…>>. Pero esto no era “comunismo”, esto era amor, el ideal del amor cristiano. Jesús no quería que hubiese pobres; el comunismo los necesita, pues son su caldo de cultivo para extender la revolución. Jesús no odiaba a los ricos, sólo les advertía de sus dificultades para entrar en el Reino de los Cielos, debido a su apego a las riquezas.

En Mateos 19, 16-22 podemos leer este episodio: <<En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó: Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna? Jesús le contestó: ¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la Vida, guarda los mandamientos. El joven le preguntó: ¿Cuáles? Jesús le contestó: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama al prójimo como a ti mismo. El muchacho le dijo: Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta? Jesús le contestó: Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el Cielo- y luego vente conmigo. Al oír esto el joven se fue triste, porque era rico>>. ¿Dice en algún sitio que Jesús le despreció, lanzó diatribas contra él, le afeó en algún momento su riqueza? Estoy seguro de que aún fue mayor la pena que Él mismo sintió por aquel hombre. Y añado el reconocimiento que tengo por el joven muchacho, que fue sincero y admitió que no podía desprenderse de su fortuna y propiedades.

Cuando Jesús dejó dicho <<amaos los unos a los otros como yo os he amado>>, rompió, hizo añicos, de haber existido entonces, todo concepto y toda ideología comunista. Porque Él no vino a cambiar las estructuras de un Estado, ni a pregonar teorías materialistas, ni a someter a nadie, sino que vino a cambiar el corazón del hombre, sabedor de que solo ese cambio podría transformar, por sí mismo, la faz de la tierra. Solo el Amor puede hacer lo que jamás podrá conseguir sistema económico alguno. Díganme pues, ¿eso es el comunismo? Ni se le parece. Jesús jamás persiguió a nadie, provocó revoluciones sangrientas, ni incitó a enfrentamientos violentos.

Para empezar, el comunismo va en contra de la religión, abomina de ella y desearía ver desaparecer al cristianismo y a la Iglesia de la faz de la tierra. El comunismo es ateo, aunque subyuga a muchas mentes por contener en sí mismo una idea de falsa redención. La lucha de clases, con sus odios y destrucciones (cien millones de muertos) toma el aspecto de una cruzada por el progreso de la Humanidad, y todas las fuerzas que resistan a esas violencias sistemáticas, deben ser aniquiladas como enemigas del género humano. El comunismo despoja al hombre de su libertad, que es el principio espiritual de su conducta moral y quita toda dignidad al ser humano, absolutamente sometido al Estado, dueño y señor de vidas y voluntades. No reconoce al individuo –simple engranaje- frente a la “colectividad”. Niega a la vida humana todo carácter espiritual y sagrado, por lo que desprecia hasta el matrimonio, por considerarlo fruto de un determinado sistema económico. Y mucho más que no cabe en este artículo. En definitiva, es totalitario y tiránico.

Creo que son pocos los que han podido penetrar en la verdadera naturaleza del comunismo, cediendo los más a sus tentaciones, hábilmente presentadas bajo las promesas más deslumbradoras. Pero gran parte de la culpa de todo ello lo tiene la economía liberal, en la que también está ausente el espíritu evangélico, cayendo en abusos e injusticias que bien pudieron preparar el camino. Pero el remedio no es el Estado comunista, sino solo y radicalmente, el Evangelio de Jesús.

La religión es “el opio del pueblo”, la droga alienante, porque los principios religiosos y morales desvían al proletariado del esfuerzo por realizar el paraíso comunista en la Tierra. Pablo Iglesias, por ejemplo, sabe de eso. Él ya vive en su propio paraíso.

¿Comunismo cristiano? ¿Cristianismo comunista? Como agua y aceite.

Pura ingenuidad, en la que incluso han caído ciertos sectores de la Iglesia.

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