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De otro planeta

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De otro planeta

Sol Sánchez

Es curioso…

Ahora que estamos en el tiempo de la comunicación, resulta que es cuando más solos nos sentimos. Y es que, ¿quién puede acostumbrarse a los amigos virtuales? Esos a los que tienes en el móvil, ves en línea y casi nunca te escriben.

Y cuando hablas, las emociones te llegan en forma de emoticonos, en un lenguaje escaso, y conversaciones con poco sentido. Y te quedas con una sensación de vacío y soledad.

Nos felicitamos los cumpleaños con un wassap, al igual que la Navidad y el Año Nuevo. Y ya el colmo de los colmos…, nos escribimos por wassap ante un duelo, la pérdida de seres queridos. Y más de uno se creerá que con eso es suficiente.

Hay parejas que se dejan por wassap. ¡Impresionante!

Días en los que creo, que debo prepararme para esta nueva sociedad. Crear una armadura que no deje pasar a la decepción y el desencanto.

Dicen que la Navidad se llamará Solsticio de Invierno.

Y que los Reyes ya no serán Melchor, Gaspar y Baltasar. De hecho, estas últimas navidades a Barcelona, ya llegaron tres Reinas Magas.

Quiero navidades clásicas, con los árboles y belenes sencillos de siempre, y como mucho; dejaré que se cuele Papa Noel. Porque me resulta simpático y entrañable.

Hace unas semanas escuché decir a una política que habría que desterrar el romanticismo. Y que el Día de los Enamorados no debería existir.

Sinceramente, no es que yo sea una enamorada de ese día…, pero ¿qué daño nos hace? Tiene su encanto ver corazoncitos por todas partes y, a la vez, nos recuerdan que existe el amor. Ese sentimiento que todo lo embriaga de calidez, e imprime unas ganas locas de querer parar el tiempo en una sociedad a la que vamos a mil por hora. Y sí; SOY UNA ROMÁNTICA.

Lo mismo sucede con los cuentos clásicos. Dicen que desear ser princesa es sinónimo de sumisión. Y se están cargando bellas historias.

Crecí leyendo esos cuentos y no me considero sumisa de nadie, ante todo, me enseñaron valores y querer ser princesa me hizo creer en el brillo interior que cada mujer lleva dentro.

Y a eso le sumas que los libros de papel están desapareciendo. ¿Qué pasará con la belleza de las bibliotecas?

¡Todo ha cambiado a lo bruto!

Viajo en avión con asiduidad. Lo que es ya algo normal, es que una persona con la que vas a pasar horas de vuelo, ni te salude.

Se ha puesto de moda ese ejercicio que para mí es casi imposible: hacer todo lo posible para no mirar a los ojos de la persona con la que viajas.

En las grandes ciudades; de cinco personas tres llevan unos auriculares que apenas se ven y a través de los que puedes hablar por el móvil, por lo cual la gente va hablando sola, y no sabes si están locos, o simplemente es una llamada.

¿Y esa mueca de leve sonrisa, cuando te cruzas con una persona? Un gesto de simpatía…

Es posible que llegue un día no muy lejano en el que las sonrisas se compren.

En fin…

Recuerdo que siendo una niña, mi madre, cada vez que me veía pensativa, me decía: ¡Parece que vives en otro planeta!

Entonces disfrutaba de mis pensamientos y flotaba persiguiendo sueños.

Hoy sé, que pertenezco a esa generación que vivió sin la tecnología, dentro de un mundo, en el que con sus carencias, era cercano, sencillo, había espacio para la creatividad, todo tenía un valor y un esfuerzo.

Piel con piel.

¡Hoy estoy convencida: ¡Soy de otro planeta!

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