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¡¡¡Compras, compras y más compras!!!

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¡¡¡Compras, compras y más compras!!!

 

 

“España, a lo largo de la primera década del último siglo, se ha convertido en un país de “horteras y borricos”. Una sociedad desagradable e insensible, llena de gente indiferente al sufrimiento de los demás, sumida en el espejismo del consumismo y del materialismo”(Almudena Grandes)

 

Nos acercamos a la Navidad. Las fiestas más consumistas del mundo. Esas que, con o sin nuestro consentimiento, nos envuelven en una vorágine de luces, publicidad, comidas, bebidas, regalos y compras como si no hubiera un mañana… Unas fiestas, en definitiva, cada vez más inconscientes y trivializadas por ese consumismo exacerbado que nada tiene que ver con el mensaje de la Navidad.

La publicidad nos bombardea tratando de meternos por los cinco sentidos, ofertas, gangas, oportunidades y todo tipo de contenidos encaminados a crearnos necesidades, la mayoría de las veces innecesarias, que nos llevan a acumular y acumular…

La sociedad actual, nos propone un modelo de bienestar basado en la posesión y en la acumulación de cosas (perfumes, móviles, consolas, ropa …etc) haciéndonos creer que con ellos nuestra vida será más satisfactoria y hasta más feliz, lo cual nos impulsa a desear lo que la televisión o las redes sociales tratan de vendernos en este afán de consumo desmedido.

Lo cierto es que todos consumimos en exceso. No necesitamos todo lo que compramos, pero nos auto-convencemos de que “nos hacía falta “o “estaba bien de precio” …

Esta realidad nos conduce, sin apenas darnos cuenta, a una sociedad cada vez más materialista, competitiva y narcisista donde confundimos el tener con el ser, donde el tiempo para los afectos se sustituye comprando cosas materiales, una sociedad, en definitiva, insatisfecha y descontenta porque el tener por tener no da la felicidad.

Por otra parte, este consumismo irresponsable supone un peligro para el medio ambiente, ya que la filosofía del “usar y tirar” o el impulso de comprar novedades que muy pronto se quedan obsoletas y que nos lleva a desecharlas y volver a comprar, genera muchísimos residuos y consume muchos recursos que estamos agotando.

Esta sociedad nuestra “moderna y desarrollada”, nos está invitando continuamente a disfrutar de ella consumiendo, pero para eso HAY QUE TENER DINERO, por tanto, esta sociedad IDEAL “moderna y desarrollada” excluye a millones de personas, que NO PUEDEN PARTICIPAR, que no pueden CONSUMIR, porque su situación económica no se lo permite.

Para ponerle freno a esta fiebre consumista, hemos de fomentar y educar a las nuevas generaciones en un CONSUMO RESPONSABLE que haga posible un cambio de mentalidad y de hábitos. Es verdad que educar en este sentido, no es tarea fácil, ya que los pequeños están también metidos en el bombo del impulso desmedido a las compras porque lo están viendo y viviendo en sus entornos más próximos y son un terreno muy moldeable ante las garras de la publicidad. Por supuesto, la culpa no es suya. Es nuestra.

Con nuestras actitudes consumistas les hemos hecho creer que tienen que tenerlo todo. Les colmamos de regalos, a veces para compensar el tiempo que no podemos dedicarles. Si piden algo, tiene que ser ya, y a veces las familias hacen verdaderos esfuerzos para conseguir el regalo más caro y sofisticado con el fin de que los niños “no se sientan decepcionados” o “encajen” en el grupo.

En estas fiestas entre Papá Noel y Los Reyes Magos, cada niño se junta con tantos regalos que una vez abiertos, se olvida de que los tiene. Realmente, no los disfruta.

Según los expertos, esta costumbre de recibir tantos regalos es negativa para los niños “ya que corren más riesgo de convertirse en adultos insatisfechos e insaciables” y es un caldo de cultivo absolutamente propicio para crear individuos caprichosos, consumistas y exigentes.

Los que hemos vivido nuestra infancia en otro tiempo, recordamos aquellas Navidades entrañables jugando en la calle con los vecinos, las cenas con la familia, la creación del Belén y por supuesto la enorme ilusión por que llegara el Día de Reyes, (entonces, Papá Noel no se había entrometido )y así, aunque el regalo fuera modesto, nunca lo hemos olvidado, porque seguramente nos habían enseñado a valorar el esfuerzo que había detrás de aquella muñeca, de aquel tablero de Parchís o de aquel caballo de madera… y es que “hemos ido pasando de una cultura de gratitud (estar agradecidos por lo que se tiene), a una cultura de «tenemos derecho a… (casi cualquier cosa)».

Hemos de enseñar a los niños a saber esperar aquello que desean, porque les generará mayor ilusión, les hará más tolerantes y menos exigentes; de igual manera, si les enseñamos, dialogando con ellos, que no todo lo que quieran puede ser posible, les estaremos haciendo más resistentes a la frustración.

Por tanto, como dice el prestigioso neuropsicólogo Álvaro Bilbao, “cuando limitamos los regalos o no les traemos inmediatamente lo que nos piden, en realidad estamos haciéndoles un obsequio para toda la vida”.

Hemos de enseñarles a distinguir lo importante de lo que no lo es y, cuando tengan edad para comprenderlo, que aprendan el valor de las cosas, también hacerles ver que el despilfarro es una falta de solidaridad ante tanta pobreza; que nuestras diversiones familiares o las excursiones escolares no tengan siempre entre sus actividades la visita a un centro comercial.

NO olvidéis, padres, que el mejor regalo que podéis hacer a vuestros hijos es vuestro tiempo. Estar con ellos, compartir excursiones, jugar con ellos, ir al cine…

En definitiva, si conseguimos que nuestros hijos y alumnos sean capaces de “coleccionar momentos y no cosas” estaremos contribuyendo, sin duda, a contrarrestar el contexto consumista en el que vivimos.

Hagamos de la Navidad un tiempo para el encuentro y la empatía, para los abrazos, para estar en casa con los nuestros… Probemos a coleccionar momentos e ir rechazando la idea de que la Navidad es, sobre todo, un tiempo de derroche

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