Por Sol Sánchez
Para mÃ, los hombres de HellÃn, aquellos que llevaban las riendas, cuando los de mi generación éramos niños, me parecÃan grandes Caballeros.
Hombres Distinguidos.
Incluso en traje de trabajo, su elegancia trascendÃa.
Su tarjeta de visita, implicaba un alto grado de integridad.
Honestos: Es por eso que me acostumbré a vivir entre estrechamientos de manos, que era mucho más que un contrato en papel.
Los Hellineros tenÃan palabra y la cumplÃan hasta el final de sus dÃas.
ExistÃa una inclinación a la verdad, que a los más pequeños, nos instruÃa en una base solida: Decencia.
Cercanos: La familiaridad y naturalidad que se desprendÃa de todos ellos, allà dónde entraras. El deseo de agradar. Ese saludo acogedor y gratificante, educado, cada vez que un Caballero Hellinero se cruzaba con un niño, un anciano, un visitante.
Nuestro estado de ánimo no pasaba desapercibido. A la gente, le preocupaba las desgracias ajenas. De ese modo se confeccionaba nuestra historia personal.
Humildes: Pocas veces me encontré Hellineros que compitieran entre ellos, o que alardearan de los bienes materiales que tenÃan, al contrario. En las reuniones de amigos, en las calles en verano, en la barra del bar, en los negocios familiares, siempre hablaban del transcurrir del pueblo, de futbol, tradiciones, cosas triviales.
SabÃan convivir en armonÃa, sin importar la clase social.
Afables: Con el tiempo, descubrÃ, que en aquellos padres que intentaban imponer autoridad para influir sobre la educación de los pequeños y que en ocasiones me asustaba, se escondÃa un tierno corazón benévolo y cortés, que asomaba por los poros de la piel.
Solidarios: Uno de los valores que antes me transmitieron, fue la Solidaridad.
Un valor que en todos los barrios de HellÃn estaba latente en la convivencia entre los ciudadanos.
No habrÃa espacio fÃsico, para poder escribir todas las anécdotas que guardo de aquellos hombres y mujeres de nuestro pueblo. Su entrega incondicional a los otros. El profundo desinterés a la hora de compartirlo todo.
Responsables: Es por todo eso, que crecà en un Pequeño paÃs de Castilla La Mancha, llamado HellÃn. Cuyos moradores adultos, consiguieron que las nuevas hornadas de mocosos que Ãbamos llegando, creciéramos con respeto. Con actitudes sensatas, conforme a los principios que siempre habÃan levantado como bandera de convivencia, generación tras generación.
Valores que resaltan a los verdaderos Hellineros.
Que pena que hoy en dia no se asi.