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Aprovechando la plandemia

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Aprovechando la plandemia

 Antonio García

Mientras el pueblo soberano sigue tragándose sin masticar lo de las mascarillas, los confinamientos y las vacunas, el Desgobierno español aprovecha para llevar adelante su agenda ideológica, que incluye de todo menos el bienestar de los españoles.

Mientras los ciudadanos “rojos”, “fachas” y “de en medio” siguen enfrentándose unos a otros, discutiendo quiénes los tienen más gordos, los unos y los otros se van a tomar por culo al mismo tiempo, económicamente, socialmente, culturalmente y moralmente. Porque cuando llega la riada, pilla a tirios y troyanos sin excepción. Pero no importa, seguirán peleándose mientras disfrutamos todos juntos de la misma mierda.

Y en esas estamos cuando sale la “ministra” del género, la Montero, y dice que está preparando una “ley trans” de chuparse los dedos, con la que España se va a poner a la cabeza del progreso mundial. Así que, aprovechando que los españoles no protestan o protestan poquico por la pérdida de libertades y la ruina del país, y todo está tranquilico y sin ruidos, el putiferio o Ministerio de Igual-dá trabaja intensa y celosamente en colocar a nuestro país donde se merece. O mejor dicho, donde creen ellos que se merece: en el abismo insondable. En el mayor vacío cultural y moral de todos los tiempos. Eso sí, para “equipararnos a los estándares internacionales”, que no sé cuáles son ni quien los ha definido, pero que son estándares, y que sirven de modelo, norma o referencia obligada para no quedarse en la cola. Que no nos pase como con la Revolución Industrial que, como ustedes saben, se inició en la segunda mitad del siglo XVIII en Gran Bretaña, extendiéndose a Europa Occidental y Norteamérica, mientras en España seguíamos ocupándonos en cómo mejor dar y recibir navajazos. Pues ahora no nos va a pasar lo mismo, y desde luego no nos vamos a quedar a la cola de la modernidad y el progreso. Incluso adelantaremos al resto de países civilizados con estándares de esos.

Y he aquí que la Montero está gestando su “Ley para la Igualdad Plena y Efectiva de las Personas Trans”, que parirá en cualquier momento, en cuanto al Gobierno le quede un huequecico en la agenda coronavírica.

Allá por enero de 2017 publiqué un artículo en el que hacía mío el título de una campaña publicitaria en provincias norteñas que rezaba así: <<Niñas con pene y niños con vulva>>. ¿Recuerdan aquello? Evidentemente hice mi crítica libre de aquel aberrante anuncio publicitario, lo que provocó de inmediato la respuesta del Presidente de la Asociación Abanico por la Diversidad Sexual de Albacete. Le contesté con otra carta abierta dirigida a él y se acabó el debate. Y es que estas barbaridades no resisten ni un asalto, si el árbitro es imparcial y se sabe utilizar la esgrima adecuada.

Zapatero ya abrió la puerta con una Ley de 2007, que permitía a las “personas transexuales” rectificar su sexo en el Registro Civil, sin necesidad de justificar tratamientos hormonales ni cirugías genitales. <<Un avance sustancial>>, dice la Irene. Pero cree ella que la cosa se quedó corta y hay que dar un paso más para equipararse a los mentados “estándares internacionales” de los cojones.

Y el paso a dar, de un progresismo que te cagas, monada, es que los menores puedan también solicitar esa rectificación registral sin acreditación médica o psicológica de ningún tipo, cosa que supondría <<estigmatizar y patologizar el colectivo>>. ¡Y sin el consentimiento de los padres!… Menores unidos jamás serán vencidos.

Pretende la ínclita cajera-ministra que a partir de la aprobación del engendro, un nene pueda ir a comisaría, apoyarse en el mostrador y decirle al funcionario de los DNI que hasta ahora se llamaba Juanito, pero que a partir de ese momento se quiere llamar Juanita, sencillamente porque él-ella se percibe como Juanita. Los padres ya se enterarán cuando les pida un modelito de Ágata Ruiz de la Prada para su cumpleaños, y les tenga que dar explicaciones de sus nuevos gustos y personalidad renovada. Padres que, muy probablemente, una vez repuestos del shock, celebrarán tener una hija, que es lo que en realidad deseaban cuando les vino el varón.

A partir de ese momento, tras los trámites legales cumplidos, el nene-nena tendrá derecho a hormonarse de por vida para que le crezcan “pechitos” y a someterse a una

cirugía “capadora”, también llamada cirugía de reasignación de sexo, genitoplastia masculinizante o faloplastia. Que tiene una peculiaridad: es irreversible. ¿Pueden unos padres consentir esta infamia? Los hay que sí.

Ídem de todo lo dicho para que la Juanita de siempre pase a ser Juanito.

Lo que esos padres y esos niños no saben es que, con el tiempo y una caña, es casi seguro que esa personita inocente y mal guiada se convierta en un completo desgraciado, lleve una vida atormentada y se arrepienta hasta la desesperación de haber cambiado de sexo. Si es que no llega al suicidio, como en tantos casos que ya se documentan. Busquen las historias de David Reimer (se suicidó), Walter Heyer (denunció cómo el lobby LGTBI manipula a los niños en los colegios para que se cambien de sexo), Mike Penner (el periodista que se suicidó tras haberse arrepentido de la operación de cambio), etc., etc. Aunque es frecuente que los arrepentidos no hablen públicamente. No pueden, las amenazas del lobby LGTBI y demás activistas se lo impide. Cualquiera que se posicione en contra de la ideología de género queda marginado, excluido y amenazado.

Alan Finch, un australiano de 36 años que durante 17 fue una mujer llamada Helen cuenta: <<La operación es falsa, no te cambian el sexo, eso es biológicamente imposible, te mutilan los genitales y luego te hacen creer que eres mujer, pero esto es falso, interiormente sigues siendo hombre>>.

Naturalmente, porque en cualquier caso solo cambian de “apariencia sexual”, ya que de sexo es absolutamente imposible. Desde que nacemos hasta que morimos, en cada una de nuestras células está impreso el ADN que nos define varón o hembra, por mucha cirugía a que nos sometamos y mucha hormona que tomemos.

Les cuento hoy todo esto para que vean ustedes cómo de bien empleados están los millones que nos cuesta a los españoles el Ministerio de Igualdad. Y cómo la Ideología de Género triunfa arrolladoramente delante de nuestras narices, sin que nos enteremos, o tal vez, importándonos un pijo, aunque destroce a mayores y niños.

Al parecer, igual dá.

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