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Ande, ande, ande, la marimorena

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Ande, ande, ande, la marimorena

Antonio García

No va a quedar ni un solo rincón de nuestras más entrañables tradiciones que no sufra la guadaña del progresismo multicultural. O sease, de la gloriosa irrupción de esa Alianza de Civilizaciones, que en el fondo nadie sabe realmente lo que significa. Ni por qué ni para qué. Y lo veo venir. Para que los invitados tengan la atención debida y se sientan como en su casa, los anfitriones vamos a tener que comer de las sobras.

He leído una reciente noticia que, de no deberse a un adelanto del Día de los Inocentes, incita a hacer las maletas e irse a vivir con el Principito a su pequeño planeta donde, al parecer, estaríamos libres de sobresaltos y de tanta gilipollez como se va acumulando en el globo terráqueo, debida, naturalmente, a la estulticia del ser más inteligente que lo habita. La noticia reza así: <<Una sentencia prohíbe a los comercios poner villancicos para no molestar a otras religiones>>, según pronunciamiento de la Audiencia Provincial de Madrid, tras desestimar el recurso presentado por la Asociación Española de comerciantes. Literalmente: “Ante la inminente llegada de las fechas de celebración de Navidad, por medio de la presente se pone en conocimiento de todos los establecimientos abiertos al público con independencia de su extensión o capacidad, que queda terminantemente prohibido la reproducción tanto acústica como visual de cualquier canción que haga alusión a la Navidad, conocida comúnmente como villancico, ello con objeto de respetar la ideología o creencia religiosa de todos los clientes”. O sea, que este año ya no habrán en Madrid tíos haciendo botas, con el peligro de que se le escape la cuchilla y vaya usted a saber lo que puede cortarle. A él o al que pase cerca.

Insisto en que casi no me lo puedo creer, al menos hasta que mis servicios de investigación me lo confirmen por otros cauces. Pero es que uno ya está con la mosca detrás de la oreja desde que la comunidad moruna española anunció que demandará a España ante los tribunales europeos por la celebración de la Semana Santa. Que les ofende un cojón, oigan –no tenemos consideración con los “invitados”-.

Y claro, visto el talante acogedor de nuestros políticos, ya saben que la mejor tajada ha de ser para el extranjero que llega a nuestro país, atraído por la fama de la paella, la tortilla de patatas y las sabrosas subvenciones.

Tenemos dos opciones, o secularizar nuestras fiestas religiosas o desproveerlas de su sentido tradicional cristiano. Los intentos ya se han hecho. En algunas comunidades las Navidades ya no son Navidades, sino Vacaciones de Invierno. Y la Semana Santa, pues ídem de lo mismo, pero en Primavera.

El otro intento es mantener música pero cambiar letra. Y como ejemplo está aquella propuesta de Pablo Iglesias, quien hace unos años nos proponía, soltándose la coleta y reescribiendo en su perfil de Twitter un villancico clásico: <<San José es republicano y la virgen socialista y el niño que está en la cuna es marxista-leninista, ande, ande, ande…>>. Y eso digo yo, ande usted a tomar por saco.

Existe otra solución –y no quisiera dar ideas- para que las fiestas navideñas y demás sean desprovistas de su ofensivo sentido religioso. Poner la música de la Internacional Socialista. O en su defecto, el Himno de Riego, aquel militar español masón que, en el siglo XIX malogró la expedición de tropas españolas a las provincias de ultramar, destinadas a sofocar la rebelión propiciada por la masonería. Y que fue proclamado himno nacional de España en la Segunda República.

Creo que con estas medidas, consensuadas por la alianza izquierda-morería, los sarracenos no se sentirían molestos. Porque lo de no molestar a “otras religiones” es una trampa lingüística encubridora. No conozco ningún otro grupo religioso asentado en nuestro país que esté dando tanto el peo como estos hijos de Mahoma, que luego a luego van a tener más derechos que los propios hispanos.

Y como dice el refrán: “otros vendrán que de tu casa te echarán”. Aunque lo peor de todo es la alta traición de los propios guardianes del castillo que, comprados con petrodólares, le abren desde dentro las puertas al enemigo.

No se si llegará el día –como algunos auguran- en el que España será islamizada (junto con Europa). Pero eso en el fondo es lo de menos, porque lo que realmente le importa a esta piara de políticos es descristianizarla. Y consecuentemente deshumanizarla, desarraigarla de sus tradiciones ancestrales para que, cuando nos demos cuenta, no sepamos ni quién fue la madre que nos parió y amantó.

Ni villancicos, ni celebraciones escolares con “connotaciones” religiosas, ni procesiones o manifestación pública alguna de religiosidad… Y así, despersonalizados, huérfanos de pasado, desarraigados de nuestras más entrañables creencias y tradiciones, poder caer más fácilmente en manos de los “tutores” mundialistas que, en extraña y mortífera alianza “poder mundial financiero-marxismo cultural”, crearán para nosotros, vulgares pobladores terráqueos, el paraíso de un mundo feliz, multicultural, arreligioso y paradisíaco.

Eso sí, sin belenes, sin burricas con molinillo y anafe y sin tíos haciendo botas ni cortando pelotas, precisamente ahora que es cuando más falta hacen.

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