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Las colas de la pandemia y la actitud bochornosa de algunos establecimientos bancarios

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Las colas de la pandemia y la actitud bochornosa de algunos establecimientos bancarios

El Espectador

Otra de las molestia que nos ha traído al ciudadano de a pie esta malhadada pandemia es sin duda las largas e incomodas colas que tenemos que soportar casi todos los días para llevar a cabo gestiones, compras u otras necesidades; colas que para “más inri” las tenemos que llevar a cabo en plena calle, haga sol con temperaturas de más de 30 grados, lluvia, frío o viento, ocupando las aceras, y de alguna forma poniendo trabas a la circulación normal de los peatones, que en muchas ocasiones tienen que abandonarlas con el peligro de un atropellamiento que esto supone.

Aunque estas colas se forman en casi todo tipo de oficinas ya sean oficiales como las de la Casa Consistorial, Hacienda, Empleo o Correos, como también en farmacias, tiendas de comestibles, administraciones de lotería, las que se llevan la palma son las de las entidades bancarias, a pesar de los cajeros automáticos, que por cierto más de una vez se estropean causando más molestias todavía, donde la escasez de empleados para la atención personal es algo que da vergüenza, escasez que se está comprobando ahora con más nitidez debido a las circunstancias actuales y siempre teniendo en cuenta que si hay algún “negocio” con posibilidades para emplear más personas es este sin duda.

Para poner ejemplo, una de estas entidades tuvo la ocurrencia de poner durante la anterior semana “horario de feria”, cuando nadie celebraba este acontecimiento, por lo cual a las 12.30 horas cerraba sus oficinas y dejaba a los clientes en la calle sin atenderlos, también tuvimos la mala suerte de estar en una ocasión más de una hora esperando pues teníamos que resolver un asunto urgente inaplazable, primero en la puerta y después en el interior para ser atendidos, porque solo había una empleada trabajando de cara al público. Y no son esos empleados los culpables, ni mucho menos de estas esperas, qué más quisieran ellos que tener más compañeros para poder atender con rapidez y eficacia, por eso nos pedían que nuestras quejas se las formuláramos a director, pero dio la casualidad que no apareció por las oficinas en todo el tiempo que duró nuestra presencia.

Delante de nosotros una mujer de más de 80 años, tuvo que aguantar este mismo tiempo de pie para poder pagar un dinero de su comunidad de vecinos, mientras en las calles otros clientes se desesperaban, como nos ocurrió dos días antes, se marchaban con la decepción y el disgusto dibujada en sus rostros.

Ahora, que tanto se habla de fusiones de las grandes entidades, también se dice que se van a cerrar más sucursales y subir las comisiones, quizás con la intención de reducir plantillas y aumentar sus beneficios, esos beneficios a costa de los sufridos clientes que como siempre, con crisis o sin crisis, son los que “pagan el pato”.

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