Los hay cansinos ¿eh? Pero mucho peor que un cansino es un tonto cansino. Y el que ya se lleva la palma es un tonto-cansino-inculto-malafolla. Hay que dejar constancia de que esta especie no escasea en España, y de hecho los ecologistas no han mostrado todavía ninguna preocupación por su posible extinción. Pero el hábitat donde más a menudo se les ve y se les oye es en la política. Y por cierto, tan a menudo, que dan la impresión de ser una plaga incontrolada. Aunque el problema es doble: su abundante número, y lo tontos que son. A lo que se añade su lasciva afición a los “medios”.
Estaremos de acuerdo en que todos los gobiernos se terminan quemando, lo hagan como lo hagan, lo que repercute en el prestigio de sus partidos (excepción hecha en Andalucía), pero como siempre hay tontos que los apoyan, pues ellos erre que erre.
¿Y qué hacen algunos para estar siempre en el candelero (el “candelabro” que decía alguien)? Pues que de vez en cuando echan mano de viejas reivindicaciones socio-político-económicas, que a ellos les consta de manera fehaciente que agobian a los españoles: al parado de larga duración, a la familia desahuciada, al estafado por las preferentes, y un largo etcétera. Esta vez, aguzando el oído ante el clamor de la calle, captando en toda su esencia el drama del pueblo, el PSOE, por boca de su tonto más significativo, su secretario general Pedro Sánchez lanza por enésima vez al ruedo político el carro sin frenos de la Memoria Histórica, tan arrinconada ella, tan olvidada “del salón en un ángulo oscuro”, que los españoles ya pensábamos que se había muerto de anemia. Pero no, jamás la dejarán morir los aguerridos y ardientes guerreros que la custodian y le dan lustre.
Una de las enmiendas a los Presupuestos Generales del Estado, quizás la más importante y de mayor calado para el progreso y bienestar de íberos e íberas, es que se contemple una importante partida para abrir fosas de la Guerra Civil, exhumar los restos de Franco y Primo de Rivera del Valle de los Caídos, y convertir aquel extraordinario complejo arquitectónico en un “centro de la Memoria”.
Oigan, yo no se por qué, cada vez que sacan a relucir este tema tengo que echar mano a la faja antihernias, temeroso de reventar con el ataque de risa que me entra.
Pues miren ustedes lo que les digo, si yo supiera a ciencia cierta que dicha tropelía iba a servir para abrirles los ojos a los españoles actuales sobre la verdad de aquellos años de contienda civil, sus causas, desarrollo y consecuencias, perdonaría el beso por el coscorrón. Insisto, la verdad de verdad, la verdadera. Con las luces y sombras de aquella España y de cada bando. Pero es que yo se que no. Y destinar tan hermoso y famoso monumento a oficina de propaganda del PSOE, que es por donde van los tiros, lo veo tan descabellado como entregarles la Mezquita Catedral de Córdoba a los musulmanes, para que recen mirando a la Meca con el culo en pompa. Que esa es otra en la que está empeñadísima la patriótica y ejemplar Junta de Andalucía, en colaboración con integradísimas asociaciones moras de la morería. Pero en fin, este es otro tema que, por cierto, más que risa da ganas de vomitar.
Prosigamos. La cosa está en que no hay conversación en bares, familias, playas mediterráneas y tiendas de todo a cien, en que no se palpe la extrema preocupación de los hijos de Hispania por abrir hoyos y buscar esqueletos de los caídos… del bando republicano. Los demás, ¡se siente! Con la crisis no hay presupuesto para todos. Y ahora que lo comento, siempre me he preguntado ¿cómo lo harán? ¿Llevan un perro “amaestrao” que por el olor distingue los rojos de los azules, y señala con la pata donde hay que escarbar? ¿Tal vez se valen de un zahorí que porta una vara con un capullo (de clavel) en la punta? No deben ser métodos muy seguros, pues algunas veces, al abrir la fosa común buscando republicanos se han encontrado con un montón de uniformes franquistas. Claro, que esto debe de ser porque en aquellos tormentosos días, un grupo de fascistas muy fascistas pasaban por allí, tropezaron todos a la vez, cayeron sin querer en el socavón que ya existía, y una tormenta lo llenó de barro y allí se quedaron los pobrecicos, sin que nadie les hubiera tocado ni un pelo. Y qué mala leche, que esto ocurrió repetidamente en bastantes puntos del territorio nacional. Pero en fin, sea como fuere, lo apremiante ahora para el país es consignar una partida en los Presupuesto Generales del Estado, destinada a dejar España como un campo de mini golf. Si eso se consiguiera, seríamos el ejemplo y la envidia de Europa, Asia, África, América y Oceanía, que en su puñetera historia han invertido un puto euro en buscar cadáveres de las contiendas bélicas. Y menos aún si los finados llevan enterrados casi ochenta años.
Y la manía con desenterrar a Franco es que ya huele que apesta. ¿A quién pijo le importa ya? ¿Es que querrán hacerle la autopsia para ver si tuvo alguna enfermedad venérea?
Estos tontos del culo ya intentaron, hace algunos años, hasta destruir el monumento. Ni cortos ni perezosos la emprendieron a martillazos con la bellísima escultura de la Piedad, de Juan de Ávalos. Menos mal que la cosa se les puso fea y pararon a tiempo. La cuestión está clara, amigos míos. Como no tienen talento ni ideas para gobernar ni tan siquiera un prostíbulo –menos aún un gran país-, pues tienen que darle caña a la máquina de estupideces, y a ver si cuela.
Perdonen que me cite. En un artículo que escribí en 2012 dije: “La Historia de la humanidad es una sucesión de enfrentamientos y guerras. Apañados íbamos si, desde el “homo Sapiens” hasta el “mono Zapaterensis”, hubiésemos tenido que desenterrar todos los cadáveres de las guerras civiles, antes de elaborar las actuales constituciones democráticas del mundo civilizado”. Lo dije y lo mantengo.
En fin, que Dios los ampare y los eche por donde no haya patatas sembrás.
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