Sol Sánchez
Anoche retiré la cortina de la ventana y en una plaza oscura, bajo la única farola de luz tenue y amarillenta que la ilumina, vi caer los primeros copos de nieve.
¡Me pareció un momento tan bonito!
Esa mezcla de frÃo intenso en la calle y el calor acogedor de la calefacción envuelto con un aire de nostalgia me llevó hasta mi cama.
Pero no a la de ahora…, viajé con los recuerdos hasta mi cama en Hellin en la que cumplà mis diez años, y mis catorce, y mis dieciocho…
En aquella habitación no habÃa calefacción, más bien hacÃa un frÃo que pelaba, pero yo no lo sentÃa…
Me recordé con lo que era mi gran tesoro: un porta block de anillas con hojas milimetradas y un boli azul.
Me recordé escribiendo cartas, normalmente a los chicos de Hellin que se habÃan ido a la mili.
Qué maravilloso era ponerte el cassette muy bajito, escuchar nuestra canción favorita y describir momentos, sentimientos y aquel amor y rebeldÃa que nos brotaba por casi todo.
Escribir era un ejercicio para ir conociendo muchas partes nuevas de nosotros mismos (me sigue pasando lo mismo)
Llevar la carta hasta un buzón de correos y esperar una respuesta era una prueba de paciencia y de ilusión.
Y una vez que la tenÃamos en nuestras manos…, para mà era especial.
No las leÃa en cualquier sitio.
Siempre buscaba un lugar en el que nadie me pudiera molestar, y leÃa y releÃa, y la olÃa, y pensaba…, incluso a veces, me emocionaba.
Cartas que daban paso a otras, marcando una etapa de nuestra vida, inolvidable.
Cartas que iban quedando guardadas, o perdidas, y que el tiempo ha ido envejeciendo.
Me gustaba tanto escribir y que me escribieran que comencé a cartearme con chicos y chicas de la revista Super Pop, por lo que mi buzón era uno de los más visitados por el cartero.
Pero si soy totalmente sincera, os contaré que para mÃ, las cartas que más magia tuvieron y más emociones me hicieron sentir fueron las que me intercambié a los trece años con un niño del barrio. ¡¡Era tan bonico!!
Nos las dejábamos debajo de una piedra junto al tronco de un albaricoquero.
Recuerdo que nada más terminar de comer, cogÃa la cartera y antes de ir a la escuela me acercaba al albaricoquero enfrente de mi casa.
Si algunas veces la vida ha tenido música de violines y he flotado…, una de ellas fueron aquellos dÃas.
Ahora lo hago frente a la pantalla de un ordenador, pero reconozco que escribiros también tiene su encanto y me hace sentir muy bien.
Me encantarÃa que estas letras os despierten viejos recuerdos de unas cartas que un dÃa echasteis a volar y fueron en busca de alguien especial.
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