
LeÃdo por Manuel Sagredo, el dÃa 23 de Abril en el patio de la Casa de la Cultura, en el acto conmemorativo de El DÃa del Libro
Estas palabras están dirigidas a ti, que todavÃa estás a salvo de la lectura. Que todavÃa no te has encontrado a solas con tu primer libro inolvidable.
QuerÃa darte la enhorabuena. No es que me alegre de que la lectura no esté entre tus hábitos. No es eso. Lo único que pretendo es avisarte de que estás en un momento maravilloso: el que precede a ese primer encuentro a solas con tu primer libro importante. Busca en tu memoria. Seguro que en tu vida ha habido muchos de esos momentos que anteceden al gozo: justo antes de darle el primer bocado a tu plato favorito, cuando el aroma que sube del plato te hace la boca agua; antes de ver a esa persona a la que tanto echas de menos; justo antes de vivir con intensidad uno de esos partidos históricos para tu equipo.
Tú, que todavÃa no has sentido cómo un libro te roba horas de sueño; que todavÃa no te has metido en la piel de Madame Bovary, que no has seguido el curso del rÃo Nilo hasta sus fuentes. Que no has vivido en los árboles, que no has bajado al centro de la Tierra, que todavÃa piensas que Don Quijote estaba loco. Te envidio, y de ahà mi enhorabuena, porque todavÃa tienes tanto por descubrir.
Lo que darÃa yo por estar en tu piel. Por volver a ser aquel niño que se encontró un mediodÃa primaveral a solas con su primer libro. Un primo me trajo un álbum de Astérix que habÃa sacado del bibliobús que pasaba por su pueblo.
En Torrijos, donde yo vivÃa en aquel momento, ni siquiera habÃa biblioteca municipal. Recuerdo que habÃamos terminando de comer y yo todavÃa tenÃa un rato libre antes de regresar a la sesión de tarde del colegio. Saqué una silla de enea a la parte trasera del patio de la casa de mis padres. DebÃa de ser marzo o abril. El estómago lleno, la tibieza del sol, los primeros brotes en los arriates, el olor de la última humedad del invierno, el fresco musgo entre los cantos que empedraban el suelo. Esa fue mi antesala gozosa. El momento irrepetible al que tú todavÃa tienes acceso. Abrà aquel libro y te juro que, durante un rato, yo me hice de papel y me sentà al lado de aquel guerrero menudo y de su compañero, el tallador de menhires. Y me reà viendo a los romanos huir despavoridos y me relamà comiendo jabalà asado y noté la paz que transmitÃa el druida de aquella aldea de locos.
Ese fue el primer asombro que un libro me produjo. El último, anoche mismo, cuando terminé rápido de cenar para meterme en la cama y abrir la novela que ahora estoy leyendo. Ese libro todavÃa no ha terminado. A lo largo del dÃa de hoy he sentido la tentación de dejar lo que estaba haciendo para leerlo durante un rato. Pero he preferido no hacerlo. No quiero que se termine tan pronto. Quiero que me espere esta noche en la mesilla, que me de algunas horas más de gozo. De una felicidad que no puedo explicarte porque, la única forma de entenderla, es haberla sentido y la única forma de sentirla es haber leÃdo. No importa que esta noche no sea tu momento. Solo te pido que no abandones la idea. Date la oportunidad de encontrarte con ese primer asombro. No te desalientes si no lo consigues a la primera. Tendrás que probar con más de un libro hasta que llegue el que te haga sentir eso que todavÃa no puedes explicar. Pero querida amiga, querido amigo, cuando llegue ese dÃa, te aseguro que no querrás parar de leer.
¿Y sabes lo mejor? Que a tu lado siempre habrá una librerÃa, una biblioteca pública o un bibliobús. Solo tendrás que hacerte un pequeño carnet para abrirle la puerta a tantos momentos de felicidad. Si eres de las personas a las que no les gusta leer y, aún asÃ, has llegado hasta el final de este texto, quizá sea el momento para que le preguntes a un amigo, a un familiar o a tu bibliotecario por un libro que te haga sentir bien. Feliz dÃa del libro
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