Antonio García
Titulo así el artículo porque, como todos ustedes saben, las cruces son un invento de Franco. Y como es natural lo divulgó por toda España, que para eso era el inventor y el que mandaba. Aunque hay que reconocer que es un caso atípico de inventor, ya que en vez de dedicarse a explotar comercialmente semejante descubrimiento -novedad novedosísima para su tiempo que ni americanos, ni alemanes, ni japoneses intuyeron siquiera-, le dio por ponerlas en las plazas sin tan siquiera subir los impuestos. Y miren que habría recaudado para hacer algún pantanico más. Pero no cayó en eso.
Que la cruz es franquista nos lo aclara perfectamente la Ley de la Memoria Histórica –ahora también Democrática- y nos lo atestiguan día sí y día también alcaldes del rojerío que, a base de martillo compresor y pala excavadora las están borrando de los espacios públicos, donde han convivido con el paisaje urbano y humano durante un montón de décadas sin que a nadie le diera el sarampión por ello.
La última “limpieza”, hasta el momento, la ha protagonizado doña Tania Baños, alcaldesa socialista de Vall d`Uixó (Castellón). Y al igual que hace un año su colega socialisto, Fran Macià se cargó la que había en la plaza Mayor de Callosa de Segura (Alicante) –con nocturnidad, ilegalidad y recurso a las fuerzas policiales-, ella ha apostado por cumplir a rajatabla la ley más arriba mencionada dado que, como asegura cargada de erudición y buena fe, la cruz de su pueblo es una cruz franquista. O sea, que lo tenemos claro. Aunque lo cierto es que he buscado en el Registro de Patentes y no he hallado al titular de semejante artilugio.
La cosa fue que, además de inventarlas, don Francisco consignó en las peanas que las sustentaban una relación de nombres del bando nacional caídos en la contienda civil. Como llegada la democracia se vio que tal cosa no procedía, pues era discriminatoria, se tomó la decisión de borrar esos nombres y dejar la cruz tal cual, o sea, como una cruz. Y la convivencia ciudadana siguió su curso, no habiéndose descrito ningún caso clínico de varicela ni rubéola entre los ciudadanos achacable a tal decisión de dejar en pie las cruces.
Yo comprendo que estos “sobreros” de la ESO no tienen por qué saber que la cruz ya aparece grabada en objetos de barro allá por la Edad del Bronce, mes arriba, mes abajo. Que los señores fenicios, que mil años antes de Cristo vinieron a fundar Cádiz, ya usaban el símbolo. Y que en numerosas culturas antiguas, bien como símbolo religioso, decorativo o como artilugio para colgar gente a secarse al sol, ya la empleaban mucho antes del nacimiento de Nuestro Señor. Y que los cristianos la adoptaron como símbolo en el siglo III de nuestra era, por las razones que no necesito explicar.
Lo que tampoco sabe mucha gente, incluso gente buena socialista, es que el socialismo –hijo del marxismo, quieran o no, aunque ahora lo disimulan-, desde su aparición en el planeta Tierra tiene como hobby principal perseguir al cristianismo allá donde se lo encuentre. De hecho, sus líderes no se proclaman dioses a modo de los emperadores romanos porque les da un pelín de vergüenza, pero casi se sienten como tales, tal cual demuestra la superioridad moral con que nos miran al resto de los mortales y la vergonzosa impunidad con que actúan. Y claro, el símbolo de la cruz canta demasiado para ser tolerado en el nuevo mundo feliz e igualitario al que nos van a llevar. No se preocupen, que llegaremos. Ya nos queda menos. Como reza una graciosa tarjeta que he visto publicada en Facebook: <<No seáis tan duros con el gobierno, nos prometieron el oro y el moro y ya solo nos falta el oro>>.
¿A quién le estorba la cruz? ¿A quién le molesta ese símbolo que propició, impulsó y presidió la construcción de nuestra civilización? Tengo mis sospechas: a todos aquellos que no permiten nada ni nadie por encima de ellos. A todos aquellos que no pueden tolerar a Alguien que dicte Leyes y pautas de conducta a los hombres. Al parecer, no existe vida más allá del socialismo.
Ya no quedan en España cruces con alusiones o símbolos grabados, creo. Y si queda alguna que espere su turno. Pero quedan cruces. Y jamás, fíjense lo que digo, jamás existirá un símbolo de paz, amor y concordia más apropiado. Porque la cruz nos recuerda que, habiendo dado su vida por nosotros el Hijo de Dios, jamás obligó a nadie a seguirle. Jamás impuso nada. Y esto es lo que más molesta a las ideologías políticas totalitarias, muy especialmente a las izquierdas, cuyo afán es obligar a todos los hombres a seguirles y obedecerles. Por un lado, el Precursor de la libertad, y por otro, el afán de dominio y vasallaje. O por las buenas, o por decreto ley hay que eliminar del espacio público todo aquello que recuerde que hay verdades muy por encima del socialismo y de cualquier ideología. Que hubo Alguien capaz de amar a los hombres en vez de someterlos, y que los sigue amando a pesar de sus flaquezas. Y la cruz es un testigo molesto. Un recordatorio incordiante.
Así que, hagan el favor de no intentar engañarnos más con el cuento ese de la “memoria histórica”, porque las cruces que están derribando no contienen ya ninguna referencia a bando alguno. Pero son el espejo que refleja las miserias de cualquier sistema totalitario, que prometen paraísos terrenales inalcanzables tomando, como primera medida, la expulsión de Dios de las sociedades y del corazón mismo del hombre.
Y que sepan los estafadores que el símbolo de la cruz no nos recuerda a Franco, sino a Aquél que dio su vida por nosotros en un acto de amor jamás imaginado.
El que nos puede conducir al verdadero y único Paraíso.
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