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La cara y la cruz, a ambos lados del Atlántico

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La cara y la cruz, a ambos lados del Atlántico

Por Antonio García

Gran país de la selva amazónica. Ella se llama Sara Fernanda Giromin –nombre de guerra, Sara Winter-. Es joven. Fácil de manipular. Fue una de las fundadoras de la rama brasileña de Femen, que como ustedes saben es esa organización de origen ucraniano, de violentas activistas que protestan con el torso desnudo a favor de la agenda feminista, el aborto y el lobby gay.

Recientemente ha publicado un libro que titula “¡Perra, no! Siete veces fui traicionada por el feminismo”. Un relato impactante en el que denuncia, con coraje y valentía, la manera en que este colectivo la obligó a consumir drogas, a tener relaciones sexuales con desconocidos, y hasta cuenta que fue violada por una lesbiana.

Sara tuvo un hijo en Octubre pasado y su vida cambió radicalmente. Maduró de golpe. Como no podía ser de otro modo en una mujer con madera, con carácter, con sensibilidad. Con corazón.

Sara pide perdón. Ahora es pro vida y antifeminista. Da conferencias. Combate la ideología de género y hasta ha pedido perdón a los cristianos por las ofensas perpetradas durante su activismo feminista. Todavía no es mujer de una religión definida, pero hace algo importante: busca. Anhela llenar el vacío religioso de su alma. Al menos, de momento, lee de personajes como Cristo, la Virgen María, Gandhi… Sara ha dejado el estercolero al que se entregó –inocente juventud- en cuerpo y alma, para caminar decidida hacia la luz, acompañada por el amor a su hijo. El amor humano más grande que pueda existir. Tres años de insensatez desde que cofundó Femen Brasil, vividos en la más absoluta oscuridad. Incluso tuvo un aborto inducido, perpetrado por un fármaco que le dio una feminista. Pero hace tres meses nació su segundo hijo tras un embarazo dificultoso al que se agarró como a una tabla de salvación. Al mes de este maravilloso acontecimiento Sara nos cuenta que su bebé: “Me ha llenado de amor y ha cambiado mi vida”. Ha encontrado un nuevo sentido. Y Sara no quiere que a nadie más le pase lo que a ella.

Recibe fuertes ataques del violento grupo feminista al que perteneció. Pero es valiente y está decidida. Y además se comprometió a que, por cada libro suyo vendido, donar una parte de su beneficio a “iniciativas de ayuda a la mujer en situación de violencia y contra el aborto”. Y es que a veces –misterios del destino-, solo se encuentra la salvación si se ha caído en el barro, si se ha conocido la derrota, el vacío, la miseria interior, el asco de sí mismo… Quizás, una vez transformadas, estas personas son las más valientes, animosas y decididas defensoras de la verdad. El más puro ejemplo del triunfo sobre el mal que tan bien llegaron a conocer. Admirables sus palabras: “No estoy exenta de culpa, yo también fui así, pero gracias a Dios estoy curada”. “Lo que me faltaba era amor y vergüenza en la cara que me vinieron después de mucho reflexionar sobre la actual militancia feminista, y de tener a mi hijo”.

“Las feministas, en su inmensa mayoría son mujeres histéricas, que usan las redes sociales para burlarse y humillar a las personas religiosas, predicar el odio a los hombres (misandria), además de ser extremistas e irrespetuosas con los patrimonios religiosos”. “Mientras ustedes hacen protestas ridículas (yo misma era una de esas) que hacen a las mujeres pasar vergüenza, existen religiosas con casas de protección de las víctimas de violación, otras que dan la vida para albergar, acoger a mujeres embarazadas en situación de riesgo y todo tipo de asistencia”. Y Sara no tiene pelos en la lengua para denunciar ahora algo que conoce bien: la financiación internacional para promover el aborto en Brasil, y atestiguar cómo forman parte del feminismo brasileño las orgías, el alcohol, las drogas y el desvío de dinero.

Sara Fernanda Giromin, recibe mi admiración, mi respeto y toda mi consideración. Te has hecho una mujer, mujer. Estoy seguro de que a tu hijo no le faltará un ápice de amor, ni a tu país el valiente testimonio de una guerrera curtida en la batalla.

Y ahora permítanme cruzar el Océano Atlántico y aterrizar en nuestra amada España. Seré breve porque me queda poco espacio. La cosa es que el obispo de Córdoba, Monseñor Demetrio Fernández, ha editado una carta pastoral sobre “Navidad y

Familia”. Naturalmente el prelado se limita a exponer los postulados de la fe católica, (faltaría más, ¿verdad?). Y dice cosas como que <<la unión complementaria de los esposos los convierte en administradores de la vida, de tal forma que, del abrazo amoroso de los esposos proceden los hijos>> y <<nunca como fruto de un aquelarre químico de laboratorio>>. Añade también que <<varón y mujer, creados en igualdad de dignidad fundamental, son distintos para ser complementarios. Cuanto más varón sea el varón, mejor para todos en la casa, cuanto más mujer y más femenina sea la mujer, mejor para todos en la casa. Esa complementariedad puede verse truncada por la falta de uno de ellos, y la familia más amplia –abuelos, tíos- puede suplirla.

Pues bien, el diputado socialista (y dale Perico al zompo) Don Antonio Hurtado, dice “sentir vergüenza ajena de las palabras del obispo” y le pide “respeto a la Ley y al derecho de igualdad”. Según él, Mons. Demetrio Fernández se obstina en negar una sociedad plural como la nuestra y, atención, ¡adoctrina a sus fieles! negando como alternativas vitales, la fecundación artificial o las parejas entre personas del mismo sexo, y atribuyendo a la persona papeles contrapuestos y desiguales, según sea hombre o mujer. ¡¡Horror!! Dice que el obispo vive en otro siglo, y que hoy nos regimos por leyes democráticas que ¡¡impulsaron gobiernos socialistas!! y que permiten en nuestro país el matrimonio entre personas del mismo sexo, la adopción por homosexuales o la fecundación artificial, a la vez que el principio de igualdad entre hombre y mujer.

En fin, que me alegro de que acabe el espacio y no pueda glosar debidamente los descerebrados, vituperables y asquerosos comentarios de este barriobajero político cordobés. Ustedes mismos.

¡Que lástima y dolor me produces, España de mi corazón!

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