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Honradez y honestidad

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Honradez y honestidad

Si ustedes están atentos al devenir diario de la vida española y no pierden ripio de informativos escritos y hablados, se habrán fijado en que las cualidades que más definen a nuestros políticos y altos cargos de lo que sea, son la “honradez” y la “honestidad”. Así, las dos juntas. Ni la una sin la otra. Bueno, o al menos es así como todos ellos y ellas se califican: honrados y honestos. ¿Quién de ellos no asegura cumplir su labor “desde” la honradez y la honestidad? ¡Ni uno! Y sin embargo…, creo que no será necesario hacer un inventario de la cantidad de cizaña que crece entre el trigo de la vida política y administrativa española. Eches por donde eches y mires para donde mires del amplio y rico abanico de posibilidades ideológicas que nos ofrece el mercado nacional.

Pero no deja de ser graciosa la redundancia verbal de tanto personaje público. Les parece que, si no redondean y remachan, la gente no se va a creer su certificado de integridad. Y para que ustedes se den una idea, vean lo que hay detrás de esos adjetivos con los que se autotitulan. Según el diccionario, honradez significa <<rectitud de ánimo, integridad en el obrar>>. Y honesto: <<decente, decoroso, recatado, pudoroso, razonable, justo, probo, recto, honrado>>. O sea, que toda esa retahíla de excelentes cualidades son las que se adjudican a sí mismos todos, absolutamente todos nuestros gestores de lo público.

La idea me ha venido porque hace poco me llega la noticia de un nuevo error judicial, una nueva pifia de los servicios de investigación del Estado que, aburridos de no tener nada que hacer, de vez en cuando le levantan los pies del suelo a algún ínclito personaje, o ínclita personaja, que lo único que hacen es desvivirse desinteresadamente por el bien de la sociedad y la pureza en el control y gestión de los recursos de la comunidad. Es el caso de la directora del Patronato de la Alhambra de Granada, doña Mar Villafranca que, sin comerlo ni beberlo se ve envuelta en una intriga palaciega preñada de mala leche que la ha llevado a renunciar a su cargo, para mejor justificar su postura y defender su inocencia. Hay que hacer constar, para quien no lo sepa, que el monumento más visitado de España lo gestiona la Junta de Andalucía, a través de un Patronato. Y que, como a todo el mundo le consta, la dicha Junta está en la cima, en la espuma en cuanto a transparencia, limpieza, honradez y honestidad. Jamás nadie pudo decir de sus políticos y gestores ni tanto así. Pero…, siempre aparece la sorpresa, una –presunta- manzana podrida en el cesto, claro ejemplo de que la excepción confirma la regla. Y luego, por un perro que maté, mataperros me llamaron. ¡Si es que los españoles somos bocazas y lenguaraces!

A tenor de la investigación llevada a cabo por la Unidad adscrita a la Fiscalía Especial para la represión de Delitos Económicos relacionados con la Corrupción (UDEF), la Fiscalía ha presentado en los Juzgados un escrito de querella por prevaricación continuada, malversación de fondos y blanqueo de capitales. La cosa gira en torno a la concesión del servicio de audioguías del monumento, en el que se habrían registrado irregularidades. Junto a la Mar Villafranca, la denuncia incluye a otros tres directivos del Patronato de la Alhambra y dos representantes de la empresa concesionaria del servicio. Y total, tanto revuelo por la tontería de 5,41 millones de euros en que la Fiscalía cifra el posible fraude por las audioguías. ¿Verdad que no es para tanto? Sin embargo, la señora Villafranca asegura, en una carta remitida a la Consejera de Cultura <<haber gestionado la Alhambra con “responsabilidad, honestidad y honradez”>>.

En fin, veremos en qué queda el asunto. Y, aunque de momento todos y todas son presuntos y presuntas, posiblemente tengamos un caso más que añadir al libro gordo de Petete de la corrupción hispana, que ya va cogiendo el tamaño de una enciclopedia. Nada nuevo bajo el sol.

Pero al hilo de esto hay un detalle curioso que merece la pena comentar. Como todos ustedes saben (supongo yo) unos cuantos grupos islamistas, en vil contubernio con la señora Junta de Comunidades -que no se corta un pelo-, llevan tiempo dando el

coñazo con expropiar la Mezquita de Córdoba, monumento declarado Patrimonio de la Humanidad. Es decir, quitársela a la Iglesia para que pase a titularidad pública y sea gestionada por la mentada señora Junta. Y esto lo justifican diciendo que debe ponerse a disposición del culto moro que para eso la construyeron ellos. Y que además debe ser gestionada por un ente público, que es quien mejor lo sabe hacer, como ha quedado demostrado. Con honradez y honestidad. Que la propietaria de la Mezquita es la Iglesia desde el siglo XIII, ¡eso qué pijo importa! Que la UNESCO reconoce dicha titularidad y añade que el monumento está extraordinariamente conservado, ¡tararí que te vi! Y uno empieza a sospechar que, demostrado todo lo demostrable, la señora Junta sigue erre que erre por algún interés no confesado. Porque personalmente tengo para mí que a los políticos andaluces les importa un pijo el Islam y dónde recen los seguidores de Mahoma. Y que esa querencia se debe a dos factores: uno, la propina que les tiene prometida Arabia Saudí si lo consiguen y dos, los sustanciosos beneficios que se les quedarán “pegados” si consiguen gestionar la maravilla cordobesa.

Con honradez y honestidad, faltaría más.

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