Este año, en el taller de Cerámica, se han apuntado 87 personas para solo 34 plazas. Más de 50 vecinos no podrán participar. Y no hablamos de un taller cualquiera: hablamos de cerámica, una parte fundamental de nuestra historia.
Quien ha estado en el aula lo sabe: el espacio es reducido, compartido con el taller de Mosaico. Las estanterías ya no dan para más y, aunque hay dos hornos, son tan pequeños que apenas dan abasto. Con tanta demanda, es evidente que las instalaciones se han quedado cortas.
Hace unos años no ocurría esto. Apenas se superaban las plazas y no existía esta presión. Pero la demanda se ha disparado, mientras la oferta sigue igual, como si Hellín no hubiera cambiado.
Y es aquí donde empieza a chirriar. Hellín tiene unos 30.900 habitantes y solo 34 plazas para este taller: apenas un 0,1 % de la población. Es como si solo pudieran entrar unos pocos elegidos. Para rematar, en pueblos de apenas 1.500 habitantes se ofrecen las mismas plazas. ¿De verdad tiene sentido?
El profesorado y el alumnado llevan tiempo proponiendo alternativas sensatas:
- Habilitar un espacio independiente para Cerámica que permita organizar mejor el trabajo y almacenar materiales.
- Contratar personal adicional para atender la demanda sin sacrificar la calidad.
Sin embargo, año tras año, la respuesta institucional es la misma: “no hay espacio, no hay horas, no hay horno”.
Lo que en realidad no hay es planificación.
Si se destinan fondos municipales a otros proyectos, también se puede invertir en cultura: en aulas, equipamiento y personal que permitan que más vecinos participen. La Concejalía de Educación, dirigida por M.ª Dolores Valencia Pinar, y el Ayuntamiento de Hellín deben asumir que no actuar también es una decisión política. Limitar la cultura, dejarla estancada en aulas pequeñas y con plazas mínimas, es optar por una oferta cultural raquítica y excluyente.
Más allá de la logística, hay algo que no se está valorando como se merece: la cerámica hellinera es parte de nuestra identidad.
Durante siglos, Hellín fue un centro cerámico de referencia, especialmente entre los siglos XVI y XIX. Gracias a los estudios del técnico del Museo de Albacete, Pascual Clemente, y al trabajo de Francisco Javier López Precioso y Abraham Rubio Celada, este legado se ha recuperado y documentado, devolviendo a Hellín el lugar que le corresponde dentro del mapa cerámico nacional.
Y, sin embargo, aquí estamos… con aulas pequeñas y plazas contadas, como si esta tradición no importara.
La cerámica no es solo un hobby: es cultura, es historia viva. Merece espacio, recursos y una visión de futuro.
Más que excusas de “no hay sitio, no hay horas, no hay horno”, lo que hace falta es planificación y voluntad. Porque cuando se quiere, se puede. Y si hay fondos para otras cosas, también los hay para cuidar y hacer crecer esta parte tan valiosa de nuestra cultura local.
Hellín necesita una Universidad Popular a la altura de su gente y de su historia.
La cultura no puede seguir encajonada.
Cuando la cultura se queda pequeña, pierde todo el pueblo.
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