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Antonio del Oro hace reír y emociona en un pregón lleno de humor, amistad y orgullo hellinero

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Antonio del Oro hace reír y emociona en un pregón lleno de humor, amistad y orgullo hellinero

El pregonero de las Fiestas de San Rafael 2025, Antonio del Oro, ofreció un pregón inolvidable en el que no faltaron las risas, las anécdotas ni el cariño hacia Hellín y su gente.

La jornada comenzó en el Jardín Martínez Parras, desde donde Antonio del Oro subió hasta el Ayuntamiento acompañado por un alegre cortejo formado por sus amigos —ataviados con trajes medievales—, la Banda de la Unión Musical Santa Cecilia, y, muy cerca de él, su esposa Mariluz y sus dos hijas, que compartieron con orgullo uno de los momentos más emotivos y divertidos de su vida.

Popular, querido y cercano, Antonio del Oro volvió a demostrar que es de esas personas que hacen grupo, que contagian alegría y que nunca fallan. Colaborador de Radio Hellín Municipal, es una figura entrañable en la ciudad, tanto por su sentido del humor como por su compromiso con las tradiciones locales.

Su pregón, entre carcajadas y aplausos, fue una mezcla perfecta de ingenio, emoción y humor hellinero. Bajo el personaje de Sir Antonio del Oro de Agramón, caballero templario nacido “a la falda del volcán y la Vega del Río Mundo”, desgranó con maestría un relato que recorrió su vida, sus aventuras, su trabajo, su paso por la radio y, sobre todo, su amor por Hellín, por su familia y por su gente.

Texto íntegro del pregón de Antonio del Oro

Bueno, ahora vamos a por el pregón.

¡Nobles gentes de Hellín, honrosos caballeros, bellas damas, infantes revoltosos y mercaderes del chocolate y la garrafina!

Ante vos comparezco yo, Sir Antonio del Oro de Agramón, caballero templario nacido en las tierras bajas, allá a la falda del volcán y la Vega del Río Mundo, hijo del barro, del viento y de la baza de la Zoráquia.

Allí pasé mi juventud bañándome en el Río Mundo, que no es poco mundo, creedme, creedme, parando honores y cazando ranas con el mismo valor que otros cazan dragones. Creedme, amigos, yo también he luchado contra dragones. Bueno, dragones, dragones… no sé si eran, pero lagartos gordos del Camarillas sí.

Quise retirarme de mi etapa en la camareta, mas duré menos que una bombona en enero, porque hasta estando solo seguía hablando. Y así, junto a mis hermanos de armas —los caballeros Jonás, Rubio, Chicano, Flores, etcétera— y la valiente dama Lucía, fundamos la gloriosa Orden del Tiente: más dada al almuerzo que a la penitencia, más a la cerveza que al agua bendita y más a la risa que al rezo.

Nuestras cruzadas eran el Latitos, nuestros templos eran Vidrio, Blanco y Negro, Star Black… donde templábamos el espíritu y también el gaznate. Buscábamos vegas gamas y solo contábamos grandes resacas.

Más llegó el día de hacerme hombre de bien y entrar a trabajar en la escuela taller como soldador. ¡Ah, noble metalurgia del destino! Fundí allí la gran lámpara de la Iglesia de la Asunción, la misma que, cuando se encendió, iluminó también mi vida, porque hasta el mismísimo don Vitoriano, con su santa mano, la prendió en el bautizo de mis hijas.

Por aquel entonces alternaba la soldadura con la taberna, sirviendo licores en Planta Baja, y fue allí, tentando y tentando, donde encontré a mi dama Mariluz, la más bella entre todas las luces, que desde entonces ilumina mis días y me dio los dos tesoros más grandes de mi reino: mis hijas.

Y así, asentado ya en las tierras altas de Hellín y sintiéndome hellinero desde el primer momento como mi propia sangre, pasé de ser templario a butanero, de la orden del temple a la orden del butano.

Al principio comercial, luego jinete de rocín naranja, repartiendo fuego embotellado por toda la comarca. Gracias a ello, he sido de todo, señores: acompañante de viudas, psicólogo improvisado y hasta terapeuta de gatos asustados. Tal fueron mis hazañas que terminé lanzando en la gala de Mira Quién Baila y, al año siguiente, presentando con la bella Charo López, quien con su arte y su paciencia descubrió en mí la vena bufonesca, solo reservada para los más grandes, a la altura del mismísimo Risto.

Fue en Radio Hellín, al principio, y en el Chiringuito Mañanero, discutiendo con Ricardo Magro quién era mejor en el mundo futbolero, cuando echaron de mí, de nuevo, un compañero perfecto para tomarse un carajillo en febrero.

Son tantos los años que he perdido la cuenta de los carajillos tomados que ya no sé si a la radio le renta. Desde entonces fui pasando de caballero a bravo, de bufón de la corte hellinera: el único que os dice la verdad al rey sin perder la cabeza.

Y menudo mérito es eso en estos tiempos, amados míos, donde falta la alegría y sobra la tristeza.

He presentado galas, he contado chascarrillos y he alegrado más fiestas que Jesús y su órgano en la verbena de Isso. Pero os confieso algo: ninguna feria, ningún festival, me da tanta alegría como verme allí vestido de mercado medieval, oliendo a carne asada, a incienso y a churros con chocolate.

Porque cuando mis hijas eran pequeñas ya recorríamos estos puestos de chuches y espadas de goma, y el noble Sir Antonio vendía rapiñada con más arte que un estudiante.

Yo la compro por kilos al de la almendra, que hace el mejor caso, y así tengo todo el año… y no porque la rapiñada me haya dado sustento, sino porque me da vida visitarlo.

Vengan al mercado, pasen con amigos y amigas, aunque os diré que yo con los animales nunca hice buenas migas: una vez una oca se empeñó en picarme la vida, mas no se puede comparar con el susto que me dio la serpiente amarilla.

Así que atad los cuervos y las urracas, que siempre les dio por robarme el talismán precioso, no vaya a ser que de este balcón salga volando en un instante el del Oro.

Querido San Rafael, escalando el cerro, muchas veces me acordé de ti. Porque cada vez que subía la cuesta con la bombona cargada, miraba al cielo y decía: “¡Ay, San Rafael, protégeme de este tormento!”.

Y cuando llegaba arriba y decía eso de “¡Se la meto, está dentro!”, me daba cuenta al momento, miraba hacia la ermita y te decía: “Perdón, mi arcángel”. No era por más, sino porque al llegar vivo, me ponía contento.

Hoy, queridos hellineros y hellineras, me siento el caballero más afortunado del reino, rodeado de mis amigos, todos para uno y uno para todos; de mis fieles escuderos, de mi dama Mariluz, de mis hijas y de todos vosotros, que sois el alma de esta tierra bendita.

Así que levantad las jarras, que el pregón ha terminado, y solo me queda por decir, con voz de templario y corazón de butanero:

¡Nunca dejes que te mienten, sé valiente y repite conmigo como se siente!

¡Viva la orden del Tiente!
¡Viva San Rafael!
¡Viva Hellín!

Acompañandes de Antonio del Oro. Acompañandes de Antonio del Oro.

 

 

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