Según la denuncia presentada por el padre de una niña de tres años ante la Policía Local
Moisés Fernández Amador es una persona de raza gitana, natural de Jumilla y vecino de Hellín, a donde llegó para quedarse hace ocho años, casado con una “castellana” y con tres hijos. En la actualidad trabaja en el negocio de los automóviles como autónomo, y desde hace unos días, vive envuelto en una polémica que ya ha llegado, como no, a las redes sociales con fuerza.
Una polémica que tiene como origen su deseó de llevar a cabo una pequeña fiesta con motivo del cumpleaños de su hija pequeña, por ello intentó alquilar un local de ocio y recreo para niños de nuestra, donde celebrar este pequeño acontecimiento familiar.
Así, se presentó con unas semanas de antelación a la fecha, con el propósito de alquilar el referido local para que no le pasara lo que otra vez ocasión, que no pudo hacer el de su otra hija por estar, según le aseguraron los responsables, todas las fechas ocupadas, y tuvieron que buscar otro y celebrarlo sin problemas.
“Llegamos al local y antes de indicar la fecha que queríamos, la dueña no dijo que estaba todo ocupado, ante mi lógica sorpresa y como la vez anterior pasó lo mismo, le pregunte si era porque era gitano, respondiéndome que sí, que el motivo era ese, y que en la última fiesta con niños gitanos le habían robado un teléfono móvil algo acordado por su marido y ella. Ante esta actitud reiterativa y claramente discriminatoria y racista de la dueña, yo solicite la hoja de reclamaciones y se negó a entregármela a pesar de mi insistencia”.
“Ella me dijo que fuera al Ayuntamiento a pedirla y entonces me dirigí, primero a la la comisaria de la Policía Nacional y allí me derivaron a la Policía Local, que me aconsejaron que volviera por la tarde a insistir, tras volver a negarse, subieron dos agentes conmigo”.
En las dependencias de la Policía Local puso la denuncia y también prepara una querella criminal con el apoyo del Secretariado Gitano de Albacete, por discriminación y racismo.
“Yo lo que quiero es que hechos como este no se vuelvan a ocurrir pues nos ha pasado otras veces, como una noche que bajamos con el pastor de la Iglesia Evangélica y unos quince jóvenes a un bar a cenar, y aunque había mesas vacías, nos dijo el dueño que no quería llenar su establecimiento con el mismo ambiente o entrar a un supermercado y llevar todo el rato al guarda jurado detrás de nosotros, como esas muchas, solo por el mero hecho de ser gitanos”.
“Mi hija- continuó-, no entiende lo ocurrido y dice que ella no tiene culpa de que otros gitanos se porten mal, si es ese el problema real, considero que el asunto es grave y que no se puede permitir que en pleno siglo XXI, una niña de cuatro años no pueda celebrar su cumpleaños donde lo hacen sus amigos y quiere, sólo por ser gitano».
La responsable de la empresa rechaza las acusaciones
La responsable de este establecimiento, Divertilandia, ubicado en la calle Arrastradero, Olga Cerrato, en un principio se negó a hacer declaraciones aunque, más adelante si rechazó las acusaciones de racismo y discriminación, remitiéndose en la hoja de reclamaciones, en donde indica que lo único que afirmó es que no tenía disponibilidad de día y hora para el mes de febrero por tener la agenda completa y que en su establecimiento «ni discriminamos, ni somos racistas, ya que nunca hemos tenido problema alguno y son muchas las fiestas celebradas por familias hellineras, payas, gitanas o de cualquier nacionalidad, como lo demuestra mi agenta donde apuntó todas las celebraciones”, concluyó.
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