El Faro de Hellín

Una espera interminable en Medicina Interna

M.I.G
 
Como paciente del Hospital de Hellín, siento la necesidad de compartir una situación que, por desgracia, se ha vuelto demasiado habitual. Llevo meses esperando una cita con Medicina Interna. No soy el único: las demoras se cuentan ya en casi un año, y el malestar entre los pacientes es evidente.
 
Me consta que el servicio atraviesa un momento crítico. De los once médicos que lo componían, solo permanecen seis en activo, mientras que otros se encuentran de baja o se han jubilado sin sustitución. Aun así, esos seis profesionales deben repartirse entre las plantas, las urgencias y unas consultas externas que apenas pueden abrirse con regularidad. Nadie puede dar más de sí.
 
La atención se mantiene gracias al compromiso de quienes siguen trabajando, pero el sistema, tal como está, no resiste. Los pacientes esperamos, los administrativos piden paciencia, y los médicos —según se percibe— viven al límite.
 
No es un problema aislado. Basta mirar a otras comunidades, como Andalucía, donde se ha denunciado recientemente la suspensión temporal de programas de cribado de cáncer de mama por falta de personal sanitario. La precariedad y la sobrecarga no entienden de fronteras autonómicas: son el reflejo de un modelo que se resquebraja.
 
No escribo desde el reproche, sino desde la preocupación. Porque la sanidad pública, la que durante años nos ha dado seguridad y confianza, merece ser cuidada. Detrás de cada retraso hay una historia, una enfermedad que avanza o una persona que sufre en silencio. Y eso no puede convertirse en costumbre.