Nacida en 1926 “por azar del camino” mientras sus padres, los reconocidos actores Nicolás Navarro y María Bassó, recorrían el país con su compañía teatral, María Esperanza Navarro siempre llevó a gala su origen hellinero a lo largo de una trayectoria marcada por el talento y el esfuerzo. Debutó en el teatro con tan solo 14 años y, a los 16, encarnó a Doña Inés en Don Juan Tenorio, dejando claro que había heredado la vocación de sus padres. Su infancia transcurrió en Madrid, en el elitista Colegio de las Damas Irlandesas, donde destacó por su facilidad para los idiomas y su afición a la lectura.
Durante la década de los 40, tras la Guerra Civil, comenzó una carrera fulgurante en los escenarios españoles. Con apenas 21 años, en 1947, fue la encargada de inaugurar el Teatro Español de Hellín, en plena Feria, con la representación de Un americano en Madrid. Su imagen fue incluso protagonista en la revista de Feria de aquel año, acompañada de un poema que el poeta hellinero Juan Andújar Balsalobre le dedicó en homenaje a su talento. Su éxito se extendió por teatros de ciudades como Salamanca, Zamora, Barcelona o Valladolid, y la crítica pronto la reconoció como una actriz versátil, capaz de brillar tanto en papeles dramáticos como en los cómicos. Este reportaje se basa en el artículo “María Esperanza Navarro y su viaje a ninguna parte”, publicado en el blog Cuentos de Cine de José Fidel López en 2023.

Si en el teatro alcanzó un lugar destacado, el cine no tardó en abrirle sus puertas. En 1944, con solo 18 años, debutó en la película ¡Qué familia! de Alejandro Ulloa. Ese mismo año firmó contrato con Cifesa, donde participó en Tuvo la culpa Adán, dirigida por Juan de Orduña y compartiendo reparto con Rafael Durán y Luchy Soto, un éxito que le abrió camino en la industria cinematográfica. A partir de ahí intervino en numerosos títulos como El destino se disculpa, Pacto de silencio, Despertó su corazón, Ronda española, Suspenso en comunismo, Venta de Vargas o Mi adorable esclava.
Al mismo tiempo, mantuvo una fuerte presencia en los escenarios con su propia compañía, interpretando obras clásicas como La Celestina, Madre Coraje y sus hijos o La molinera de Arcos. También actuó en América Latina, con giras exitosas en países como Brasil y Argentina, y participó en televisión en programas míticos como Estudio 1 o Historias para no dormir.
Nacida por causas accidentales en la llamada Fonda Atienza de Hellín, nunca olvidó su origen y siempre que le era posible actuaba en los teatros de su ciudad. En 1947 inauguró el Teatro Español de Hellín y su imagen fue reflejada en la revista de Feria de aquel año, que incluyó una poesía dedicada a ella por el poeta hellinero Juan Andújar Balsalobre:
Esperancita Navarro
es una flor hellinera,
orgullo de sus paisanos,
heraldo de nuestra tierra…
El arte se le rindió,
se le rindió la belleza,
y ella, la gran triunfadora,
es tan sencilla y tan buena.
Que se hace más de admirar,
porque el artista, el que crea…
debe ser como tú eres,
de perfecciones esencia…
María Esperanza Navarro falleció prematuramente en Madrid en 1978 a los 51 años de edad, dejando atrás una carrera de casi cuatro décadas en el teatro, el cine y la televisión. Una artista de prestigio que llevó el nombre de Hellín a escenarios y pantallas de España y América.