El Faro de Hellín

El Respeto

Educar en valores

Conchi Catalán

César Bona, maestro, escritor y experto en Inteligencia Emocional decía lo siguiente: “Si yo pudiera hacer una pizza gigante sobre la educación, la base, la masa, estaría hecha de respeto y luego, todos los demás ingredientes”.

En esta sencilla reflexión, queda palpable el papel fundamental que el valor del RESPETO tiene en la formación del ser humano. Es la columna vertebral de toda sociedad y fundamental en cualquier estadio de la vida.

Si miramos detenidamente a nuestro alrededor, da la sensación de que el respeto es un valor olvidado. Lo nombramos mucho, eso sí. “Respeto hacia los demás, a las normas, a las leyes, a la diversidad, al medio ambiente, a los padres, a los profesores”… Pero cuando analizamos la realidad social y no digamos nada la realidad política, es cuando nos preguntamos: ¿Dónde está el respeto?

A nivel mundial, vemos cómo las decisiones de los poderosos ignoran qué significa la palabra respeto, haciendo con el mundo y las vidas de la gente lo que les da la gana desde su individualismo y egolatría. El ser humano es un “peón de ajedrez” al que se quita de en medio, se tumba, se ningunea o desacredita y deshumaniza sin ningún tipo de pudor y lo que es peor, normalizando socialmente estas actitudes…

La falta de respeto en la política se manifiesta a través de insultos, descalificaciones, mentiras, bulos. La deshonestidad sustituye al diálogo y la confrontación ocupa el tiempo que los políticos deberían emplear en resolver los problemas de la gente. Otro tanto podríamos decir de las tertulias y programas televisivos donde hablan a gritos y todos a la vez o los comentarios y mensajes absolutamente destructivos en las redes sociales que dan la pauta de comportamiento y sirven de modelo a los niños, adolescentes y jóvenes.

Esta es, pues, la imagen que ofrecemos a las nuevas generaciones encargadas de recoger el testigo.

El respeto es “la esencia de las relaciones humanas y de la vida en comunidad”.

Es básico trabajar este valor desde los primeros años (familia y Escuela) y hoy más que nunca, cuando los modelos sociales que nos rodean dejan mucho que desear, en la mayoría de los casos…

Educar hoy en el respeto es enseñar a los niños desde bien pequeños a reconocer, aceptar y apreciar las cualidades de otras personas, a valorar sus derechos y la diversidad de opiniones, es enseñarles a aceptar al diferente, es enseñarles a ponerse en el lugar del otro a “no querer dañar su integridad y su sensibilidad”.

El respeto en la educación hay que entenderlo, en mi opinión, desde la parte emocional de la enseñanza. El maestro tiene que ser capaz de ganarse ese respeto con su actitud coherente, firme y cercana en el día a día, escuchando y exigiendo, empatizando, pero también poniendo límites y corrigiendo y desde luego, desde su conocimiento y su posición. Los profesores que más nos marcaron, fueron los que supieron exigirnos al mismo tiempo que nos trataron con el máximo respeto. Los recordaremos porque esa fue su manera de ir inculcando en las mentes y corazones este valor fundamental.

En las últimas décadas, las faltas de respeto de los niños y jóvenes hacia los padres han aumentado de manera considerable y ¿qué decir hacia los profesores? No cabe duda de que las dos manifestaciones van unidas inevitablemente. En la familia donde los padres educan a sus hijos en el respeto y valoran delante de ellos la labor y la persona del maestro, los chicos respetan a sus profesores. Por el contrario, si desde casa se desacredita la autoridad del profesor, los niños “se sentirán con autoridad para cuestionarle y desafiarle”, lo que trae como consecuencia (entre otras muchas) la pérdida de autoridad del profesor que, sin duda, está minando la calidad educativa en nuestras aulas.

Los colegios y los institutos, hoy han asumido una lógica peligrosa: “cualquier llamada de atención que se le hace a un muchacho puede ser motivo de queja, de reunión con padres indignados o incluso de inspección”. Pero la escuela no es un espacio de entretenimiento, cuyo objetivo es divertirse. Es, tiene que ser, sobre todo, un lugar de aprendizaje, y eso exige esfuerzo, normas y consecuencias, es decir RESPETO.

Hoy, los docentes tienen que afrontar situaciones muy difíciles causadas en gran medida por la ausencia de este valor.

“El problema más habitual es que los alumnos molestan, no siguen la clase, hablan con los compañeros, juegan con los de delante y detrás, interrumpen al profesor, lanzan objetos que pueden dar lugar a peleas y agresiones” y que, habitualmente, conduce a perder más de media clase.

Sin disciplina y respeto, no se puede educar y para ello es imprescindible recuperar la autoridad del profesor, que no es volver a una educación autoritaria, sino trabajar la relación maestro–alumno desde una perspectiva cercana, pero coherente y firme, asumiendo que el respeto “no es negociable” bajo ningún concepto.

El Sistema Educativo tiene que plantearse de forma inmediata la “alfabetización” en valores de nuestros niños y jóvenes, recuperando sin miedo el respeto, la cultura del esfuerzo y la disciplina en las aulas.

El respeto, como el resto de valores, no son innatos. No nacemos con ellos. Los aprendemos. Forman parte de lo que llamamos EDUCACIÓN, por eso es fundamental enseñar con el ejemplo. No olvidemos que…

(Del poema de Dorothy Nolte — “LOS NIÑOS APRENDEN LO QUE VIVEN”)