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Se debería recordar que las personas con alzheimer siguen vivas…, se debería pedir perdón por olvidarlos

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Se debería recordar que las personas con alzheimer siguen vivas…, se debería pedir perdón por olvidarlos

Sol Sánchez

Vivimos en esa filosofía fácil de: “Todo lo malo le pasa a los demás y a nosotros, no”. Así es mucho más liviano vivir.

Pero lo cierto es, que en cualquier momento, tengamos la edad que tengamos, a cualquiera de nosotros un buen día se nos puede olvidar nuestro número de teléfono, la fecha en la que estamos y lo que hicimos ayer.

De repente pasamos a formar parte de una enfermedad llamada Alzheimer. Algo que no solamente roba los recuerdos sino que te separa de muchísimas personas en las que creías y con las que pensabas que podías contar el resto de tu vida.

¡Así es! Las personas afectadas de Alzheimer mueren dos veces. Una, ese día en el que ya no saben quiénes son, ni quién eres tú, y otra el día en el que todo se acaba.

¡Es curioso! A mí me para gente por la calle que me dice: “Yo quería muchísimo a tu madre y siento una pena muy grande”. ¡Mentira, simplemente una cruel y estafadora mentira! Mi madre VIVE, a su manera, pero VIVE. Y respira el mismo aire que los demás, y siente un beso, y si le pones la mejilla junto a sus labios te lo devuelve, y escucha unas palabras de cariño, (es fácil leerlo en su cara) y cuando nos reímos, ella nos acompaña con su risa incluso me atrevo a decir que en algunos instantes, nos reconoce.

Mi madre, al igual que muchas otras personas conocidas del pueblo, está a dos kilómetros de distancia de la mayoría de sus amigos y conocidos…, de aquellos que tiempo atrás les decían que los apreciaban y les demostraban afecto. Pero pocos, muy pocos son los que consideran que vale la pena visitarlos. ¿Eso es sentirse apenado? ¿Eso es apreciar?

Todavía no se me ha dado el caso de tener a una amiga, o amigo con Alzheimer…, pero ¿sería capaz de no visitarlo NUNCA? ¿Lo trataría como si ya no existiera, como si hubiese muerto?

¿La amistad no es un fuerte y profundo lazo que debe mantenerse por siempre? ¿La amistad no forma parte del amor? ¿El amor no es solidaridad y empatía, ternura y compasión?

No volver a hacerles una visita implica que en su interior crean que todo lo que le dijiste tiempo atrás no era cierto. Implica que en lo más profundo de su ser tengan la certeza de que jamás exististe, ni fuiste alguien querido que formó parte de una realidad que es mejor olvidar.

De verdad que a veces me asusta este mundo en el que vivimos dentro del desafecto, el desarraigo, el rápido olvido. Un mundo en el que es más importante ver Salsa Rosa que visitar a un amigo enfermo.

Hace unos momentos he leído una frase que dice: “¿Quieres conocer realmente a una persona? Fíjate como te trata cuando ya no te necesita”.

Quizá sea cierto que una vez que los demás no nos necesitan nos abandonan, o los abandonamos. Quizá sólo somos un simple interés…

Pero aunque sea por interés deberíamos saber que permanecer cerca de las personas con Alzheimer, o cualquier otra demencia, nos abre a un mundo nuevo de emociones, de hallazgos. Nos enseña a valorar mucho más la vida, a simplificar las cosas, a humanizarnos, a sentir los sentimientos a flor de piel. Porque sin esos valores jamás estaremos más vivos que aquellos que tienen Alzheimer, porque un mundo sin sensibilidad no es el lugar más apropiado para vivir, ni el corazón en el que habitar. Porque un beso puede salvarlos a ellos y salvarnos a nosotros mismos de caer en la frialdad de los días.

Si fuese profesora, llevaría a los niños a una residencia de Ancianos y les diría que es la clase en la que más se aprende. Los ancianos enfermos de Alzheimer son los mejores maestros y aunque parezca que están en otra dimensión distinta a la nuestra…, sólo tienen que mirar sus ojos y dejar caer las primaveras mientras tocan sus manos para que les hagan viajar. Mirarlos y pronunciar junto a su oído su nombre les despertará la importancia del amor, la entrega, la pasión, el regalo de vivir y la intensidad de los segundos del minutero. A veces, en los atardeceres rojizos del jardín de las Hazas creo que en el ambiente flotan pequeños duendes de esperanza que dan sentido y belleza a todo lo que nos parece feo. A veces, las sonrisas inesperadas son nidos de pequeños sueños que nos hacen darnos cuenta que las personas con

Alzheimer siguen VIVAS y los amigos de verdad, las personas de bien, no deberían dejarlos morir dos veces.

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