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La magia del corazón

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La magia del corazón

Sol Sánchez

Ayer buscando por internet unas frases que ya conocía de Audrey Hepburn, sobre qué era para ella envejecer, me encontré con una nueva que desconocía. Ella en una ocasión comentó que todavía leía cuentos de hadas…

¡Me sentí a salvo! Porque yo soy una de esas personas, que pasen los años que pasen, sigo adentrándome en esos cuentos. Y lo hago porque lo necesito tanto como beber y comer. Para mí la magia es el alimento que necesita mi alma, y estoy convencida que hay una parte en nuestro mundo, que no somos capaces de ver.

Es imposible que abra la puerta de casa y salga a la calle sin poder ver algo detrás de cada cosa que miro, o de las personas con las que me cruzo. No podría existir y tener equilibrio si me llegara la certeza de que no hay una esencia que da sentido a los pequeños detalles. Tampoco he hallado el camino por el que poder avanzar sin sueños y no recuerdo una sola noche en la que no me quede dormida sin soñar despierta.

A día de hoy creo que estoy en esta orilla de la vida por mi forma de ser.

Sé que cuando estoy junto a un niño, a veces, me mira sorprendido, supongo que pensará que de dónde he salido, pero sé que rápidamente se crea una comunicación hermosa entre nosotros y podemos adentrarnos en mundos que pertenecen a unos pocos. También soy consciente de que para muchos adultos no he madurado, que en muchas ocasiones no tengo interés y me aburro.

De niña no fueron muchos los que me contaron cuentos de hadas, excepto mi abuela paterna Soledad, que de vez en cuando me regaló momentos. Quizá pocos, pero inolvidables. Tampoco recuerdo que alguien me invitara a creer más allá de lo que veía, ni me enseñara que soñar podía ser un refugio al que huir cuando las cosas se tornaran feas.

Cuando tenía quince años, mi madre plantó un lilero junto a la piscina. Comenzó a crecer y en unos años era más alto que yo, por las mañanas acudían las mariposas y lo llamábamos: “La casa de las mariposas”. Con el tiempo desapareció, al igual que muchas otras cosas. Ahora cada vez que veo una lila, me transporta a aquellos días y me veo nadando en las aguas cristalinas junto a mi madre, bajo las flores y las mariposas. Ahora entiendo que no podemos atrapar a las personas, porque deben volar como las mariposas, y tampoco podemos retroceder en el tiempo, pero sé, que el poder de imaginar nos atrapa a nosotros y nos hace sentir menos solos.

Por eso me pregunto de dónde viene esta afición mía. Esta costumbre de ver poesía en los veranos y otoños de la vida. ¿Por qué a una canción, a la lluvia o al viento consigo arrancarle historias? ¿Por qué cada vez que llega a mi vida un anciano es especial y los demás pasan por su lado de largo? ¿Por qué siento paz cuando los demás me dicen que hay que llorar y lloro cuando ellos ríen?

¿Será acaso…, porque tengo la llave de algún cuento de hadas?

¿Perderé la cabeza y contaré que un día jugué con la imaginación?

Os deseo una feliz semana en la que atrapar sueños para perseguir. Un abrazo.

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