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La luz de su linterna

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La luz de su linterna

Domingo por la mañana en Suiza, con un cielo que promete lluvia y unas temperaturas más parecidas a septiembre. Tras un café, he abierto esta pantalla en blanco a la que siempre termino cubriendo de letras. Me encanta escribir, inventar historias, cuentos… Sé por los antecedentes que tengo, que llegará un día, en el que mi mente no me dejará diferenciar. Mi realidad y mis creaciones se mezclaran y en mis mañanas al despertar, pensaré que el mundo es un lugar lleno de criaturas y historias espectaculares que viví en primera persona.

Ayer, me enteré de la perdida de una persona muy querida en Hellin, Joaquín Sánchez Serrano, padre de María Ángeles, Charo y Pepa. Quizá por su nombre, pocos lo conocen, para mí, siempre será el Señor que nos recogía las entradas en el Cine Gran Vía. El mismo que muchas veces, nos iluminaba el camino con la luz de su linterna, para llevarnos hasta un asiento. Al que dábamos la lata sin parar de tanto subir y bajar las escaleras, salir y entrar de la sala. Joaquín… Creí que siempre estarías, que los padres son eternos. Porque un mundo sin padres, es un lugar áspero y vacío. Estos días que he estado en Hellin, una mañana, por unas horas, recorrí las calles que me acunaron de niña. Me paré en El rabal, junto al pollato del Banco Central.
Mirando al Casino, vi salir a mi abuelo, tal y como lo hacía cada tarde a eso de las cinco, con su boina y su manera de andar, lo seguí y tras sus pasos, sentí la misma pasión por él.

Llegó hasta la imprenta, saludando en su trayecto a Montoya, Pepín el barbero, el sastre, Paquico el de la farmacia y muchos otros que ya no están, al igual que él. La imprenta ya no existe como tal, mi padre tampoco está, ni la Bañona, ni el Sacristán… De niños, nadie se paró a contarnos, al menos a mí que en cierto punto del camino, nuestro mundo se dividiría en dos, el actual, el presente y ese que va quedando atrás, llevándose a los seres queridos. Nadie nos enseñó la dura asignatura de posicionarnos con equilibrio una vez que sucediera, para que no nos doliera tanto. Entendí, que no son los sitios los que tienen magia, sino las personas que en ellos habitan. Cada una de esas personas ponía luz en nuestra existencia. Cada uno de ellos, era la certeza de un futuro, de una protección, de un hogar. Cada uno de los establecimientos, guarda para mí una historia, lo mismo que sus calles, hasta las nubes me traen recuerdos y añoranzas. Quizá por eso, sé, que es imposible que los momentos se pierdan, que queden en la nada. No se puede morir una sonrisa, la de Joaquín al rozar mi mano cada fin de semana al recoger la entrada del cine, viéndonos crecer semana tras semana. No se puede enterrar un beso, los de mi padre. No puede ahogarse una palabra, las de mi abuelo, ni aquellos roces en mi pelo de tantos conocidos cada vez que pasaban su mano sobre mi cabeza a modo de saludo.

Sé, que un día, mi mente mezclará todo y entonces volveré a recuperar esos mundos que se alejaron y que residen en el corazón. Mundos que añoro, seres a los que necesito cerca y que impregnan de magia a ese Hellín del ayer…Joaquín Sánchez Serrano, un beso muy fuerte allá donde estés y no olvides que seguirá siempre con nosotros, la luz mágica de tu linterna.

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