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Hoy tengo ganas de ti

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Hoy tengo ganas de ti

Por Sol Sánchez

Me senté un rato a tomar uno de esos cafés mañaneros que tanto me gustan. Muy cerca de mí, en una pequeña mesa bajo un abeto, había una pareja de unos cincuenta y tantos años. Llamó mi atención que uno frente al otro no se dirigían, apenas, una palabra. Cada uno de ellos miraba hacía un lado distinto en busca de diferentes horizontes. Es eso que llamamos soledad compartida. Es esa situación en la que estás en un mismo espacio y cada cual tiene sueños en los que la persona con la que compartes la vida no tiene cabida.

Es una manera lenta de morirse día a día. De permanecer “dormidos”, de negarnos a la esencia de la vida. Me alegré de quemarme la punta de la lengua con el café. Me alegré de sentir frío. Me alegré de emocionarme al tener un recuerdo. Me alegré de ver como una hoja surcaba el espacio entre mis ojos y ellos. Porque:

No quiero vivir dormida
Creo que no hay mayor suerte que la de toparnos con el amor en esos días en los que no esperas nada. En los que crees que todo está perdido. Me gusta tener una razón para vivir. Un rostro con el que soñar despierta cada noche. Ese amor que no tiene forma, que es único y al que sonrío. Ese amor que te acaricia y te eleva, que te devuelve el entusiasmo y te abre la puerta de los anhelos, pero especialmente…, ese amor que conecta mi alma con mi piel y mi corazón.

Me gustan las ilusiones que me hacen perder la calma y la razón, que me muestra partes de mí misma que desconocía. Que me mantiene por encima de lo mundano, que me enciende la piel ante la ausencia, que me conecta con los momentos más sublimes. Que me hace querer dejarlo todo al prenderse una luz dentro de mí ser.

Me gusta el juego de nuestras miradas cuando coincidimos en el parque, o el Rabal…, entre coqueteos que sólo nos pertenecen a los dos. El rubor que enciende mis mejillas cuando pasas cerca. Me gusta el temblor que domina mis piernas y tu forma de perder las palabras al hablar. Me gusta tu perfume, tu sonrisa y el tono de tu voz.

Sobrevivo al mundo que me rodea porque creo en ti. Me miro al espejo y no tengo edad. Sin estas sensaciones la vida no tiene sentido, sin este sentido no soy capaz de renacer.

Me gusta en uno de esos días que no espero, percibir el roce de tus dedos con los míos al pasarme una nota en la que me dices que no dejarás que sucedan los años sin que volemos

sobre esa nube de las esencias y los logros. Sin que intercambiemos las caricias que en el aire hemos prometido tantas veces. No moriré sin que grabemos en nuestros labios nuestros nombres con el fuego de la pasión. No seguiré sin conocer la profundidad de tus huellas con los ojos cerrados. No pararé de soñarte hasta que escuche de tu voz mi nombre pegado a lo más profundo de mi oído.

Me gusta esperar nuestra ansiada cita. Contar cada segundo, cada instante que nos eleva la respiración. Momento en el que sonarán las campanas de la Parroquia y retumbarán los sueños en una tormenta de arrebatos mientras dibujo mis labios con el pintalabios y miro el brillo de mis ojos en el espejo.

No me importa encontrarme contigo bajo un aguacero. Me cautiva escuchar el sonido de mis tacones y sentir el agua que me salpica de los charcos. Me gusta correr en la noche de un Hellín callado, sin fechas ni años, en el que sólo escucho el viento y tus pasos. Nos encontraremos en el viejo callejón iluminado por una farola de los tiempos. Nos besaremos en las esquinas de un pasado sin proyectos, de un destino en el que anidan las aves de paso. Esquinas que nos vieron crecer y que ahora serán la brújula que nos marque el rumbo. Calles que nos acunaron y desde las que hoy puedas cogerme una estrella. Que sabían de amores…, de ti y de mí, que nos prepararon este regazo. Mientras que la lluvia nos inunda el rostro, abriremos nuestras manos para conocer si sobre ellas están juntos nuestros caminos en más ocasiones. Las golondrinas serán cómplices de un encuentro solitario y mágico en el que escucharán a dos voces susurrar:

“Hoy tengo ganas de ti…”.

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