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Hacia una sociedad bonobo

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Hacia una sociedad bonobo

Antonio García

Con mi previo reconocimiento y agradecimiento a Alicia V. Rubio

A uno y otro lado del río Congo, en África, y separados por esa barrera natural, habitan dos especies muy cercanas al ser humano: en una margen, el bonobo o chimpancé enano; en la otra, el chimpancé común. Hasta hace poco tiempo se confundían, pero no son lo mismo, aunque parece ser que evolucionaron a partir de un único antepasado. Evolución diferente que se calcula comenzó entre hace 2,5 y 1,5 millones de años, semana arriba, semana abajo. Con estos simpáticos bichitos compartimos el 98% del material genético, algo más que con los gorilas, lo que no vamos a tardar en comprender. Distinguiremos para esta finalidad entre bonobos y chimpancés.

El chimpancé es más fuerte, musculoso y enérgico. Tiene la capacidad de utilizar diferentes herramientas y una apreciable “capacidad anticipatoria”, es decir, obtiene esas herramientas antes de necesitarlas, pero sabiendo que le harán falta llegado el momento. El bonobo es más estilizado, las orejas más pequeñas y las piernas más largas. Camina durante más tiempo de forma bípeda y la hembra posee más volumen mamario.

¿Qué les trae a este artículo? Pues unas apreciables diferencias en lo psicológico y lo social. Veamos.

El chimpancé se comporta como casi todos los mamíferos (nosotros lo somos): agresividad, territorialidad, competencia entre los machos por copular con las hembras y defensa de las hembras y la prole, incluso hasta dar la vida si es necesario. Los machos patrullan, buscan alimento, cuidan del grupo y entre ellos hay una jerarquía de dominancia. La testosterona se encarga de dotarlos de agresividad para defenderse y atacar. Podríamos decir que su estructura social es patriarcal.

Por el contrario, los bonobos poseen un organigrama matriarcal. Los machos permanecen siempre bajo la tutela de sus madres. No hay territorialidad, porque no hay competencia: los machos copulan con las hembras y entre ellos. De hecho, los machos copulan entre sí antes que con las hembras en celo. Se calcula que solo el 25% de los encuentros sexuales son para procrear. Esta promiscuidad sexual produce lo que los científicos llaman la “incertidumbre de la paternidad”, por lo que ningún macho puede tener la seguridad de que una cría no sea suya. ¿Cómo lo resuelven? Promoviendo la protección de las cría por toda la tribu. Su técnica para eliminar conflictos es muy peculiar: cuando surgen, los solventan manteniendo relaciones sexuales con el contendiente, sea cual sea su sexo. Si el conflicto es entre tribus, la solución es la misma, creando de paso nuevos lazos de parentesco que eliminan la colisión. Las hembras más jóvenes abandonan el grupo para integrarse en otros. Para ser admitida en el nuevo, deben contar con el beneplácito de la hembra dominante, manteniendo relaciones sexuales con ella. Las hembras se alían frente a los machos que, aún siendo más grandes y fuertes, jamás se enfrentarán a un grupo de féminas organizadas. El bonobo macho es pacífico, nada le perturba. Tan es así, que ni siquiera durante la posible agresión en un enfrentamiento le suben los niveles de testosterona. Son la leche estos animalicos, y unos cachondos de mucho cuidado: en sus festines sexuales practican todo tipo de posturas, sin necesidad de haberse leído El Kamasutra. Y son tan calentorros que ni rehúyen el encuentro sexual con otros animales o el hombre.

En fin, cosas de la evolución. Ocupación de territorios con pocos depredadores, innecesaria respuesta agresiva del macho para sobrevivir… La testosterona en nada favorecía la supervivencia de la prole, por lo que la respuesta agresiva del macho se hizo cada vez más innecesaria, y hasta contraproducente. De manera que los agresivos se fueron extinguiendo, en tanto que los machos más pacíficos encontraban más seguridad y posibilidades de supervivencia en los pechos de sus madres. El “empoderamiento” y “cooperativismo” de las hembras les daba la preponderancia, la seguridad y la fuerza grupal que los machos no poseían.

No así con los chimpancés, pues la existencia de depredadores hizo necesaria la defensa de sus criaturas y, por tanto, la fuerza y agresividad del macho. Las hembras eligen al más fuerte y le involucran en la defensa de la descendencia mediante la “certidumbre de la paternidad”. Contar con la fidelidad de la hembra y el instinto de paternidad, lleva al macho chimpancé a darlo todo por los suyos.

Dicho eso, parece evidente que el homo sapiens ha seguido una evolución más parecida al chimpancé, que no al bonobo. Esta evolución sociobiológica de los humanos es la más repetida en todos los primates, excepto en los bonobos. Pero he aquí la gran sorpresa: la ideología de género nos quiere convertir en bonobos, en contra de toda la historia evolutiva de nuestra especie.

Para terminar, les dejo con dos “perlas” –de entre muchísimas-. Una de Shulamit Firestone (1945-2012), figura central del feminismo radical: <<El fin del tabú del incesto y la abolición de la familia, tendrá como efecto la liberación sexual y la liberación consecuente de la cultura>>. Y esta otra extraída del Informe Kinsey: <<Está comprobado que los contactos humanos con animales de otras especies han sido conocidos desde los albores de la historia y no son infrecuentes en nuestra propia cultura, por lo que hay que considerarlos como naturales>>. ¿…?

Sí, queridos lectores, si. Esto se quiere elevar hoy a la categoría de plena aceptación social. Pero por esta vez, la reflexión se la dejo a ustedes.

Elijan pues su preferencia e identidad, ¿chimpancés o bonobos?

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