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España se muere lentamente

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España se muere lentamente

Antonio García

España es un organismo vivo en período de decadencia existencial, que cada año pierde más masa muscular. Lo dicen las cifras publicadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que periódicamente reflejan una realidad que parece no inquietar a nadie. Lo que inevitablemente y sin pausa, lleva a un debilitamiento generalizado, a la pérdida de energía. Muchos ancianos y pocos niños. Un país que envejece sin encontrar, o lo que es peor, sin ni siquiera plantearse cómo revitalizar este organismo, más envejecido cada día que pasa. Sin vigor, sin entusiasmo.

En 1960 la natalidad en nuestro país era una de las más altas de Europa. Hoy, cincuenta y ocho años después, es la más baja, con permiso de Italia.

Se sabe que para que haya reposición generacional, cada mujer tendría que parir al menos 2,1 hijos, de manera que la pirámide poblacional tenga una base joven, fuerte y enérgica que garantice el futuro. Pero vamos por el camino contrario: este año de 2018, la natalidad en España marca un mínimo de toda la serie histórica, un 5,8% menos que en 2017 y la cifra más baja desde 1941: 1,3 hijos por mujer. Dato que contrasta escandalosamente con los cerca de noventa y cinco mil abortos perpetrados este año. Nos encontramos, a nivel mundial, entre los países en donde menos niños nacen, que menos sangre nueva aportan a sus venas. Insisto, un país que envejece.

Cualquier interesado que precise más datos los puede encontrar sin esfuerzo en Internet.

Lo que me mueve a escribir estas líneas es una reflexión que deseo compartir con ustedes. Recientemente, Red Madre ha editado lo que llaman <<Mapa de la Maternidad 2017>>. La perspectiva es desoladora: el Estado español destina 34 millones de euros a financiar el aborto y 3,6 millones a la mujer embarazada, o sea, que se dedican menos de 8 euros al año a ayudar a las mujeres en estado de buena esperanza, mientras se financian el 100% de los asesinatos de bebés en el vientre materno. Pero es que esta miserable ayuda a las mujeres encintas, ya se redujo un 24% respecto del año anterior. Dicho de otra manera, de cada diez euros que el Estado gasta en una mujer embarazada, uno se dedica a su gestación y nueve a financiarle el aborto. Lamentable. Lamentabilísimo. Copio aquí una palabras de la directora general de Red Madre, Amaya Azcona: <<la maternidad es un bien personal, pero también social, sobre todo en estos momentos en los que España sufre un problema demográfico muy relevante por la falta de nacimientos. Las medidas de apoyo a la maternidad deben ser, sin lugar a dudas, una estrategia política que debe ir más allá de cualquier ideología. Hace falta una política global>>.

He aquí el meollo de la cuestión, a donde quiero ir a parar: un problema social. Ya se que a la inmensa mayoría del homo sapiens ibérico, y al de muchísimos otros países casi lo único que en general nos interesa es la satisfacción propia. Nuestro particular plan de vida. Nuestro “estado de bienestar”. Pero posiblemente ustedes estarás de acuerdo conmigo es que no estaría de más “pensar un poco en colectivo”. Ser concientes de que pertenecemos a un cuerpo vivo, que se llama nación, en la que estamos vitalmente integrados, de la que recibimos y a la que debemos aportar. Y que pensar responsablemente sobre nuestros hijos, nietos, biznietos, etc., y en general sobre el gran colectivo del que formamos parte, no sería nada del otro mundo. Y que por tanto, no tener hijos o lo que es peor, abortarlos, no soluciona absolutamente nada. Si el futuro de una generación depende en gran medida de lo que cada generación anterior aporte, tendremos que acordar que estamos sentando las bases de un mañana desolador, estéril y sin perspectivas. Construyendo poco a poco un país en retroceso de viejos pensionistas, sin vitalidad, sin savia nueva y sin futuro.

Así pues aterrizo: los nacimientos son cosa de “todos”. Responsabilidad colectiva y por ende, responsabilidad del Estado que nos representa y administra. Es decir, responsabilidad social. Un país, una sociedad grande y fuerte no lo hace una sola generación, sino una detrás de otra, en una cadena de esfuerzos donde cada eslabón es importante.

No vamos a entrar ahora en razones, porqués y circunstancias que nos están conduciendo al suicidio demográfico y de nuestra civilización. Sería largo y arduo. Bastaría por hoy que pensáramos en todo esto que acabamos de compartir. Y pensásemos qué progreso y mejoría estamos obteniendo, hombres, mujeres y sociedad entera siguiendo el camino que llevamos. De toda la vida las personas y las sociedades han tenido que enfrentar problemas. ¿Dónde está escrito que las soluciones han sido eliminar población, a base de abortos, eutanasias y escasa natalidad? ¿Y qué clase de Estado es ese que invierte más recursos en dar muerte que en dar vida? Un estudio revela que al menos a tres de cada cuatro mujeres españolas, les gustaría tener dos hijos o más. ¿Donde están las políticas familiares en España? ¿Dónde las políticas que ayudan, animan, protegen e incentivan la natalidad? ¿Las que ayudan a la mujer embarazada? Y sin embargo, somos pioneros en el establecimiento y legislación de ideologías contrarias en que las mujeres, pero también los hombres como tales, en toda nuestra esencia y toda nuestra dignidad, importamos menos que unas castañuelas en un velatorio.

Solo ruego, pido encarecidamente desde mi insignificancia, que despertemos y que, individual y colectivamente nos pongamos en camino hacia una sociedad más valiente, justa, fértil, generosa, realmente humana y verdaderamente libre. Y que exijamos al Estado y sus instituciones que cumplan la misión y responsabilidad que le confieren su verdadera razón de ser.

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