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Abrir los ojos…

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Abrir los ojos…

Por Sol Sánchez

En ese momento en el que decidimos ser Padres, normalmente, somos jóvenes.

Nadie nos entrega un manual, que nos explique el modo correcto para educar con total acierto. ¡Posiblemente, porque nadie lo tiene!

Sucede, que una persona, nunca deja de crecer a todos los niveles. Tenemos que enseñar y aprender a la vez. Una tarea dificultosa, ya que va cambiando nuestra forma de “mirar y percibir”.

Con el paso de los años, he llegado a una conclusión. Lo primero, que ahora haría, si tuviera un niño, son dos cosas que considero importantísimas, dentro del mundo en el que vivimos: Enseñarle que siempre, debe tener un libro entre sus “amigos” y llevarle, en el momento en el que sea capaz de comprender, a visitar un país tercermundista.

Un niño, debe tener desde pequeño, una idea real, de lo que hay en el mundo.

De la suerte que tiene al haber nacido en una parte de la tierra, privilegiada.

Debe saber, que comer, comprar un helado, dormir tranquilo bajo un techo, estudiar, vivir en paz, son regalos que hay que reconocer cada día. Y que la forma de agradecimiento es siendo solidario. Dando en la medida de lo posible, a aquellos que lo necesitan, lo que nosotros recibimos sin demasiada dificultad.

Ver por nuestros propios ojos, la miseria que padecen otras personas, nos ayuda a reconocer lo mucho que nos sobra, en una sociedad que constantemente nos empuja al consumo. A acumular cosas, al apego material que nos convierte en esclavos del dinero.

Debería convertirnos en personas críticas con los Gobiernos. Aquellos que llenan sus bolsillos sin ningún tipo de escrúpulos, mientras en las calles, la gente pide unas monedas, que no aliviarán el hambre de un día.

¡La dignidad, debería ser un valor fundamental para vivir! Tanto como respirar, beber o comer.

La dignidad no debería perderse, mucho menos venderse y comprarla.

Hace años, el tercer mundo, parecía estar muy lejos. Hoy, sólo hace falta visitar, aquellos países europeos, a los que están llegando miles de familias, huyendo de las guerras, para comprobar que el tercer mundo ya está en nuestras puertas.

Hoy, hay mucha gente, que mira para otro lado, en el momento en el que un necesitado se le

acerca con un vaso de plástico, a pedirle algo para comer.

Hoy, ya no solamente caminan por las calles, esclavos de las mafias. Lo hacen, también, seres humanos cuyas necesidades primarias jamás se van a ver satisfechas, porque el resto de la humanidad se vuelve egoísta.

Debemos educar a los niños, para que, por encima de todo, sean grandes de corazón. Si se aprende a “dar la mano” y “compartir” ya se habrá conseguido restar injusticias.

Los adultos, estamos en la obligación de dar la cara ante la cruda realidad. No podemos bajar la mirada, apagar la tele, o pensar que las miserias están muy lejos.

La dignidad debe ser nuestra tarjeta de presentación.

¡Dignidad para no dejar que otros la pierdan!

 

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